Federico Mayor Zaragoza une su grito al
Indignez-vous! de Stéphane Hessel y publica Delito de Silencio, un
compendio de reflexiones donde denuncia la falta de reacción ante los
retrocesos que actualmente vivimos en cuestión de derechos humanos y
sociales. Mayor Zaragoza, exhorta a los ciudadanos a que no permanezcan
más tiempo silenciosos y espectadores, que se impliquen y tomen en sus
manos las riendas de su destino. Que digan: ¡BASTA!
INTRODUCCIÓN
Saber,
prever, prevenir. Actuar siempre de tal modo que configuremos un
futuro, que inventemos un mañana acorde con la igual dignidad de todos
los seres humanos. Este compromiso con las generaciones venideras exige
hondas transformaciones, cambios radicales, pero también conservar los
valores esenciales que deben orientar nuestros rumbos y ser punto de
referencia para responder a los grandes desafíos a los que nos
enfrentamos.
Así,
a contraviento, cavar nuevos surcos y plantar semillas, aun en tiempo
desapacible y entorno inhóspito. Durante siglos ha prevalecido, en
escenarios de poder estrictamente masculinos, la cultura de imposición,
de la violencia, del dominio. Y la gente, vasallos obedientes,
acallados, atemorizados.
Ha
llegado, por fin, el momento de los pueblos, de las mujeres y hombres
del mundo entero que toman en sus manos las riendas de su destino. Ha
llegado el momento de no admitir lo inadmisible. De alzarse. De elevar la voz y tender la mano.
La
tecnología de la información y la comunicación permite hoy la
participación no presencial. Y, por tanto, facilita la transición de
una economía de especulación y guerra a una economía de desarrollo
global sostenible. De súbditos a ciudadanos. De la fuerza a la palabra.
Ha llegado el momento. Es tiempo de acción. De no ser espectador impasible.
El tiempo del silencio ha concluido.Delito de silencio
Ola a ola.
El mar lo sabe todo.
Pero olvida.
Mario Benedetti
En Salobreña, al atardecer, escribí en agosto de 1994 frente al mar:
Delito
de silencio.
Tenemos que convertirnos
en la voz
de la gente
silenciada.
En la voz
que denuncia,
que proclama
que el hombre
no está en venta,
que no forma parte
del mercado.
En la voz
que llegue fuerte y alto
a todos los rincones
de la tierra.
Que nadie
que sepa hablar
sigua callado.
Que todos los que puedan
se unan
a este grito.
Demos
la voz. A nuestra propia conciencia, en primer término. Pero,
inmediatamente, tenemos el deber de ser la voz de los sin voz. Les
debemos la voz: "La voz a ti debida", como en la égloga de Garcilaso,
como en el libro de Salinas. La voz debida, sobre todo, a los que
llegan a un paso de nosotros, a las generaciones venideras.
Sin
cesar. Sin cejar. Sin distraernos ni cansarnos. Sin dejarnos conducir
por la (s) pantalla (s), espectadores pasivos. Es un deber hablar. No
hacerlo es, puede ser, grave insolidaridad, transgresión moral, delito.
"Cuando el hombre cansado / ... para, / traiciona al mundo, porque
ceja / en el deber supremo, que es seguir" /.
Volver
a intentarlo. Volver sin detenerse, sin pausa, porque -sigue
escribiendo Salinas- "Nos llenará la vida / ese puro volar sin hora
quieta"...
Voz
vigía. Voz que alerte y corrija. Voz que oriente. "La voz debe
anteceder al hecho, / prevenirlo. / Después, no sirve para nada. / Es
sólo aire estremecido" (verso sobre Camboya, 8 de abril de 1979).
La
anticipación, la gran victoria. El siglo XXI ha de ser el siglo del
pueblo, de la palabra, de la gente. No más la fuerza, la imposición de
los pocos sobre los muchos. No más la espada ni la mano alzada. Manos
tendidas, manos unidas. Y la voz. A contraviento. Valientemente. Como
Quevedo: "No he de callar por más que con el dedo... / silencio avise o
amenace miedo".
La
voz debida, compartida. Voz que libera a medida que se pronuncia. Voz
que puede ser asidero, cura. En 1995, escribí en París: ... "La voz / a
veces / no fue voz / por miedo. / La voz / que pudo ser remedio / y no
fue nada".
José Ángel Valente, en su poema "Sobre el tiempo presente", nos advierte:
"Escribo desde un naufragio.
Escribo sobre el tiempo presente.
Escribo... sobre lo que hemos destruido
sobre todo en nosotros.
Escribo desde la noche,
desde la infinita progresión de la sombra,
... desde el clamor del hombre y del trasmundo,
desde el genocidio,
desde los niños infinitamente muertos...
pero escribo también desde la vida...
desde su grito poderoso".
Como
Garcilaso "que tanto callar ya no podía", alcemos nuestra voz. Voz
debida, voz de vida. Delito de silencio. "... Y que se oiga la voz de
todos, / solemnemente y clara". Es el mensaje de Miquel Martí i Pol.
¡De todos!. Clamor popular, para que un día no vuelvan hacia atrás su
mirada nuestros descendientes y piensen: "Podían y no se atrevieron.
Esperábamos su voz, y no llegó".
El mar puede guardar silencio.
Nosotros, no.
----------------------
*En el libro "Latidos del tiempo", de Ricardo Calero y Gervasio Sánchez. Publicado por los Ayuntamientos de Sevilla y Zaragoza en 2004.