Un alumno deja caer con disgusto el examen encima de la mesa. Ha
sacado un 6,5 en Química. No parece muy feliz con el resultado. El
suspiro ha sido generalizado en el laboratorio del instituto Isaac
Albéniz de Badalona (Barcelonès). Los chavales hoy toman clase entre los
grifos de la sala de experimentos, donde la profesora se refiere a
"constantes de equilibrio", "la k sub p", y demás enigmas. Están en el
laboratorio porque en su aula se ha estropeado la calefacción.
Y habrá que ver cuánto tiempo sigue sin funcionar. El centro recibió
una carta el martes en la que la Generalitat les comunica un recorte del
33% de su presupuesto para este año. El instituto, con 500 alumnos de
entre 12 y 18 años y 50 profesores, se las tendrá que apañar con 50.695
euros anuales, frente a los 76.000 aproximados que manejaban en 2010.
Y así estamos. Nos hemos puesto con los números, rehaciendo el presupuesto, reduciendo las partidas. Y los número no salen. Ya hemos gastado parte del dinero de proyectos y de las familias para pagar gasto generales. Pero la situación ya es insostenible. Llamamos a los distribuidores habituales porqué ya no podemos pagar las facturas. Acumulamos impagados. Tendré que averiguar qué es y qué supone la suspensión de pagos.
El momento es perfecto. El viernes acabó el periodo de preinscripción. Quien pueda pagarlo se irá a la concertada. Golpe perfecto contra la pública. ¿Definitivo?
Pagar la electricidad, el gas, el agua, el servicio postal, la
mensajería para cuestiones urgentes, las llamadas a las familias por las
ausencias y faltas de sus hijos, las reparaciones y mantenimiento
(calderas, persianas, ventanas, fluorescentes, puertas - nuestro edificio y sus instalaciones son muy antiguas-...), el material ordinario (papel,
cosas de oficina, pizarras...), la limpieza (lavado anual de cristales,
mopas...) y otros gastos de funcionamiento sale por 140.000 euros. Y recibiremos 112.000. Eso nos condena a estar en números rojos. Por no hablar de la imposibilidad
de invertir en ordenadores o libros.
Para apretarse el cinturón hasta el último agujero una comisión encargada de diseñar EL PLA D'ESTALVI comienza a analizar una serie de posibilidades : apagar la calefacción, dejar
de encender los focos que alumbran el exterior del centro por la noche,
apagar luces, temporizar la iluminación en los baños, recortar en
fluorescentes, instalar mecanismos que contengan la
descarga de agua al tirar de la cisterna, dar de baja las suscripciones a revistas pedagógicas,
negociar a la baja los contratos de mantenimiento, pedir a los
profesores que den el mínimo material posible en papel y que hagan el mínimo de fotocopias, no dejar llamar por teléfono salvo en casos de urgencia, renunciar a seguir modernizando las diferentes instalaciones, con 40 años
de antigüedad, etcétera.
También se barajan diferentes formas de conseguir ingresos extras: convocatorias de proyectos, alquilar instalaciones, pedir una derrama a las familias, etc. Pero esto es un centro educativo público, no una empresa. "No venimos a la oficina, estamos formando alumnos". Por lo
pronto, la directora ya ha pedido al secretario que cancele la
domiciliación bancaria de los suministros: "No quiero pagar los
intereses del descubierto".
¿Qué pasará cuando no podamos pagar la luz? ¿Quién ayudará a los directores cuando las familias y los docentes nos
pongan contra las cuerdas por la suciedad y el frío excesivo en los
institutos? En una carta al secretario de Políticas Públicas, los directores también lamentan que no se estén cubriendo las bajas por
enfermedad del personal no docente. "¿Tiene intención el departamento de
confiar a los directores nuevas tareas como la de abrir el centro y
hacer fotocopias?".