Los servicios del Estado requieren reformas, efectividad y un
buen sistema de control, pero son imprescindibles. Para que no se haga
realidad la consigna de los padres del neoliberalismo: ya no hay
sociedad, sólo individuos.
Una de las consecuencias de la crisis económica son “los
tijeretazos” que los gobiernos europeos están aplicando a sus
presupuestos. La sanidad, la educación, las pensiones y los subsidios
por desempleo son un quebradero de cabeza para las economías que ven
cómo las arcas menguan a una velocidad galopante. Algunos analistas
advierten de que es el comienzo del fin del Estado del Bienestar.
En las últimas semanas, se ha visto cómo el primer ministro
británico, David Cameron, ha recortado las partidas presupuestarias para
la educación universitaria. Esto conlleva un aumento de las tasas que
pueden ascender a unos 10.000 euros por curso, cifra excluyente y
leonina para un amplio sector estudiantil. Los jóvenes no se lo han
pensado dos veces y se han tirado a la calle a protestar con
contundencia contra las medidas del premier. Es la cultura de lo
privado, del más fuerte y del más rico que durante años la Dama de
Hierro, Margaret Thatcher, propulsó en un país que fue punta de lanza
de las políticas económicas más severas que se han visto en los últimos
años.
Aunque no hace falta irse a los defensores a ultranza del mercado.
En Grecia, el Primer Ministro socialdemócrata, George Papandreu, en un
intento de evitar que la vieja Grecia se desmorone, ha bajado el sueldo
a los funcionarios, también a pensionistas con una mensualidad menor a
500 euros, y ha aumentado los impuestos indirectos como el IVA de un 21 a un 23%.
Irlanda es otro reciente y claro ejemplo de economía intervenida, un
país que acaba de ser “salvado” por el Fondo Monetario Internacional (FMI)
y la Unión Europea (UE), con un rescate de casi 100.000 millones de
euros. La cuantiosa cantidad lleva en el paquete de salvamento la
despedida de unos 25.000 funcionarios y recortes que afectan a lo
público, esa construcción que tanto molesta a los librecambistas por su
falta de flexibilidad e incapacidad para aplicar dinamismo a las tasas
de crecimiento.
Muchos ven estas medidas como la única manera de adelgazar las
responsabilidades del estado y devolver a la competencia del libre
mercado lo que siempre tuvo que estar allí. “Hoy quieren recuperar
aquello que tuvieron que ceder en los años 30” asegura el director de Le
Monde Diplomatique en español, Ignacio Ramonet.
Mientras las economías nacionales pagan los platos rotos, la
sociedad civil y los sindicatos, por cierto, vapuleados por los mismos
que detestan el control estatal, se esfuerzan en no perder los derechos
obtenidos a lo largo de décadas. Los defensores del modelo neoliberal
se frotan las manos al ver cómo, a pesar de que sus principios
dogmáticos han sido los principales causantes de esta debacle mundial,
consiguen hacer mella con sus discursos de adelgazamiento estatal en la
sociedad.
Los servicios que proporciona el Estado no son la panacea y
requieren reformas y cambios para su mejora y adaptación a los nuevos
tiempos, mayor efectividad y un buen sistema de control, pero son
imprescindibles. El Estado del Bienestar que comenzó con las luchas
obreras en el siglo XIX y se afianzó después
de la segunda Guerra Mundial ha sido uno de los mayores logros de la
humanidad. La estabilidad que ha dado a las sociedades occidentales no
tiene parangón. Los pilares sobre los que se asienta son fundamentales
para el sano desarrollo de la humanidad. Recortar y mermar sus
servicios, sufragado por los ciudadanos con sus impuestos, es involución
e injusticia.
A finales de los años 70 y con la caída del Muro de Berlín, una
nueva forma de entender el mundo, la economía y el estado se expandió
con Margaret Thatcher Y Ronald Reagan como abanderados de esas ideas.
Menos estado y más mercado, baja fiscalidad y privatización de empresas
estatales, el Laissez faire -expresión francesa que significa dejar
hacer con la mínima intervención gubernamental. Era la magia de la mano
invisible que acabó en catástrofe en el siglo XXI.
La Dama de Hierro también tuvo un sueño, pero muy diferente al de
Martín Luther King. El desmantelamiento del “estado nodriza”, en plena
crisis económica, comienza a hacerse realidad.
Artículo de David García Martín, periodista y colaborador del Centro de Colaboraciones Solidarias.