Desde un principio las sociedades han sumergido a la mujer a distintas formas de dominación, unas más concretas y visibles y otras menos tangibles...
A manera de preámbulo
Para construir el socialismo se requiere emprender una tarea importante: vislumbrar cada uno de los problemas, carencias y necesidades de las masas explotadas, y encontrar su raíz en los problemas estructurales de la latente sociedad capitalista, una vez cometido y entendido esto, la orientación que se le otorgue a la lucha revolucionaria sumado a los constantes deseos de cambio propios del pueblo pueden encaminar la victoria hacia la liberación definitiva.
Históricamente la lucha por la emancipación de la mujer ha tenido la finalidad de saldar una de estas tantas carencias y necesidades vividas por el pueblo, que puede manifestarse en los hogares, sitios de trabajo, medios de comunicación, y en general, en todos los aspectos de la vida social, y que tiene que ver con la discriminación permanente, la violencia, la dominación y en síntesis la opresión hacia la mujer. Por tal razón podría afirmarse que la lucha del género se hace tan imprescindible y urgente en la medida en que se hace también urgente construir una sociedad que de una vez por todas erradique los desmanes del capitalismo.
Desde un principio las sociedades han sumergido a la mujer a distintas formas de dominación, unas más concretas y visibles y otras menos tangibles, y, a pesar de que las sociedades han ido avanzando, estas formas de dominación no se han eliminado, sólo se han innovado y se han sustituido por otras; por esta razón creer que el machismo y la opresión femenina en esta época se han superado, sería caer en una falsa interpretación de la realidad. Dentro de las formas de dominación más visibles y concretas pueden encontrarse el maltrato o violencia doméstica, las deplorables condiciones de trabajo ofrecidas a la mujer, la exclusión en la toma de decisiones políticas y económicas, la marginación social, entre otras tantas; Sin embargo hay una forma de opresión que se trabaja detalladamente por un monstruo político llamado “Industria cultural” que siendo igual de peligrosa, parte de la necesidad que tiene la clase dirigente (la burguesía) de legitimar y convertir en un patrón cultural y de comportamiento la esclavización femenina.
La industria cultural en este campo tiene como principal objetivo condicionar la función de la mujer en la sociedad, así como crear mecanismos (medios de comunicación) que permitan que ésta se convenza de que es ese su verdadero rol, de allí que este condicionamiento de la mujer va a repercutir irremediablemente en una disposición psicológica y finalmente en un comportamiento social; Es entonces como los medios de comunicación lejos de representar los problemas sociales y dentro de ellos los problemas de la mujer, se convierten en instrumentos creados para promover la idea de la mujer servil, subordinada al hombre, cuya única e inmutable aspiración en la vida es la manutención del hogar y los hijos.
Dado este papel de los medios, podría arriesgarse a no denominárseles “de comunicación” sino de difusión o proyección, ya que participando éstos en una longeva estrategia propagandística que promueve ideas falsas sobre la mujer como la debilidad o inferioridad respecto del hombre, no hacen más que proyectar y difundir un estereotipo de mujer relacionado a su reducción a una función reproductiva y sexual.
La publicidad es una de las armas que más dispara hacia la dignidad de la mujer; las agencias publicitarias a nivel mundial emplean y explotan la figura e imagen de ésta para atraer consumidores y posteriormente incrementar las ventas en determinados productos, esto al mismo tiempo está directamente vinculado al refuerzo de un estereotipo de belleza creado por la misma industria cultural que coloca a la mujer como un objeto o como parte del producto a comprar.
Actualmente la publicidad nos introduce una imagen de mujer infravalorada y con una única misión: seducir. El mensaje que nos intentan transmitir muchos anuncios es el siguiente: sexo como premio por la compra de un producto.
Asimismo… “los spots publicitarios siguen mostrando a la mujer como objeto decorativo, premio para el varón o como un personaje secundario. La voz que ofrece seguridad, éxito y grandes logros es siempre la voz de un varón. Incluso el deporte, tan sobrevalorado en la actualidad, muestra a más ídolos masculinos para promocionar un producto que a la mujer deportista, habiendo alcanzado ésta logros similares. La mujer interesa situarla como ama de casa y madre perfecta. Los niños y niñas, según la publicidad, sólo son de las madres. Ellas son quienes van a la farmacia a comprar las papillas, confían en una marca determinada de pañales y saben que leche es la adecuada para los hijos. Los hombres no se deben sentir responsables ante estas tareas, sus hábitos y preocupaciones son otras, más relacionadas con la aventura, el poder, la libertad, etc. que se relacionan con productos de consumo como los coches, artículos de deporte, prendas de vestir de determinadas marcas, bebidas alcohólicas,…” (Natalia González Zaragoza)
La publicidad sexista tiene entonces un doble alcance, es capaz de llegar tanto al hombre como a la mujer; haciéndole creer al primero que es un sujeto con posibilidades de hacer evaluaciones sobre la mujer para finalmente “desearla”, en caso de que ésta cumpla con determinados estándares de belleza; y a la segunda como el objeto evaluado que hace lo imposible por asemejarse al estereotipo de la mujer perfecta para en definitiva ser “deseada” por el hombre; paralelo a esto la publicidad sexista labra un concepto de éxito que radica en ser bello o “poseer una mujer bella”, lo que bien pudiera denominarse como culto a la belleza.
Como es común de la sociedad capitalista esconder la raíz de los problemas sociales y maquillar las vastas realidades, las consecuencias que la publicidad sexista ha ocasionado, como la baja autoestima de las mujeres y su incurrimiento a trastornos alimenticios y psicológicos, así como el sometimiento a operaciones quirúrgicas peligrosas para lograr “el cuerpo deseado”, se le han atribuido a problemas superficiales que no tocan el fondo del asunto. El capitalismo se ha encargado de hablar de vanidad femenina cuando en realidad se trata de identificar el problema real, que es sin duda la mercantilización de la imagen de la mujer y más allá de esto la perpetuación de esta sociedad que por estar a merced del capital es capaz de destruir y asesinar al individuo.
El considerar a la mujer como objeto sexual contribuye a la legitimación de una cultura y una sociedad que subordina a la misma, no sólo en relación al género, sino en relación a la vida social en general; por tal razón es importante que dentro del enfoque de la contracultura los nuevos medios de comunicación sean considerados instrumentos determinantes en el cambio social hacia el avance de la no discriminación y a una vida libre de violencia para las mujeres.
Dentro de la revolución bolivariana se ha propuesto crear modelos comunicacionales alternativos que permitan hacer contrahegemonía a las ideas del capital y lograr el empoderamiento hacia los medios de comunicación por parte del pueblo, para que éste sea capaz de crear, transmitir y representar su realidad acorde a su lucha diaria que es la construcción del poder popular; Dada esta enorme oportunidad para los revolucionarios, se hace necesario emprender una discusión que comprenda la forma de integración del género a estos nuevos esquemas comunicacionales; Por tal razón se hace meritorio que empiece a desarrollarse un modelo de comunicación en el cual la mujer se vea y se refleje como un sujeto de acción y transformación y nunca más como un objeto.
Es común escuchar en las calles, y, sobretodo en las escuelas tradicionales de comunicación social, lemas como el de “Quien tiene la información, tiene el poder”; el pueblo revolucionario guiado por grandes sentimientos de amor y de cambio ha comprendido que el poder, (del pueblo en este caso) se logra solo siendo parte del hecho y siendo creador de la información, quiere decir entonces que como agentes de transformación debemos empezar a erradicar en todos los rincones, en todos los espacios de lucha, la dominación y la opresión femenina a través del debate, la participación y la acción concreta.