De los programas dirigidos a las personas mayores, la propuesta que
parece tener más adeptos es la que quiere organizar toda una red
comunitaria de servicios, asistencia, cultura, etc., a través de
animadores socioculturales y entroncada directamente con las
características del lugar.
El animador puede establecer planes concretos de desarrollo comunitario dirigidos a la Tercera Edad por varios motivos, pero, sobre todo, porque ese colectivo tiene mucho tiempo libre y seguramente ganas de utilizarlo constructivamente y, en segundo lugar, porque les permitirá seguir en contacto con las personas de su entorno comunitario, seguir siendo parte de la sociedad (Passanante, 1983). No olvida tampoco esta autora el apoyo y la orientación que deben prestar, en este sentido, los medios de comunicación social, fundamentalmente para poder hacer realidad un tipo de educación a distancia que en lugares concretos son tan necesarios. Diversos autores han puesto de manifiesto que la calidad de la «Tercera Edad» dependerá, en gran medida, de la preparación educativa para asumirla, así como para continuar en ella actividades que potencien el desarrollo de la personalidad (Moreno, 1988).
Por tanto, parece que la finalidad general es doble: por una parte, propiciar la participación de las personas de edad en los diversos organismos e instituciones sociales, a fin de aumentar los procesos de democratización de la sociedad al evitar las exclusiones que impone la jubilación, y, por otra parte, acrecentar las posibilidades de desarrollo personal y cultural de los componentes de este colectivo (March y Orte, 1995).
CONCEPCIÓN DEL TÉRMINO
Animados por el espíritu del funcionalismo parsoniano (el viejo es un individuo improductivo y consumidor de recursos), aparecieron en España teorías legitimadoras que intentaban «solucionar el problema de las personas mayores». Afortunadamente, en la actualidad hay planteamientos que, desde posiciones críticas, ven a este colectivo de personas mayores como elemento importante para conseguir el desarrollo comunitario. Aunque, aún se confunde la Animación Socio-Cultural sobre la Tercera Edad y el Trabajo Social sobre este colectivo con la Asistencia Social, sin tener nada que ver.
La Asistencia Social surge tras la Segunda Guerra Mundial con un carácter marcado de beneficiencia y atención a disminuidos y personas de la «Tercera Edad». Sin embargo, pronto se reconvirtió esta primera tarea hacia los servicios sociales, que ya no sólo trataban de asistir, sino de dar algo más: ayudar al desarrollo individual y colectivo, al autodesarrollo, intentando paliar las descompensaciones generadas por la rápida evolución de la sociedad. Lamentablemente, a lo máximo que se había llegado hasta hace pocos años en relación al trabajo social con la «Tercera Edad» era a la labor meramente asistencial, en el sentido dado originariamente a este término, desatendiendo la formación continua y la búsqueda del equilibrio presumiblemente perdido tras la jubilación.
Así, uno de los autores que más ha estudiado estos temas, Ezequiel ANDER-EGG, comenzó aplicando el término Servicio Social como tecnología, pero matizaba que se situaba en el plano de la acción social, y no en el de la ciencia o investigación científica (Ander-Egg, 1967), resultado de su diferenciación entre los planos filosófico, científico y el de la praxis social. A este último pertenecería el Servicio Social, como lo estarían todas las técnicas sociales; aunque pocos años después criticaba estas posturas al considerar que estaban enmarcadas en los problemas típicos de los países desarrollados, en absoluto válidas para los países subdesarrollados. Por ello, proclamaba la vehiculización de unos Servicios Sociales directamente implicados en la problemática social general y en la politización de los mismos (Ander-Egg, 1970), postura que ha venido matizando hasta la actualidad (con la inserción de los programas de Servicios Sociales en el Desarrollo Comunitario).
Lo que parece evidente es que los planteamientos que han primado en Servicios Sociales (y los que aún priman en algunos programas) son los que se dirigen hacia intervenciones tendentes a eliminar o paliar las situaciones de disfunción social, es decir, planteamientos funcionalistas; aunque ya a finales de los sesenta, algunos autores difundían la idea de un trabajador social que superase los anteriores esquemas y tuviese un papel destacado en la problematización de la realidad social, desmitificando los aspectos tópicos de la misma (Rodríguez, 1969). Quizá, por ello, se quiso refundir ambas tendencias en una nueva corriente del Servicio Social que lo consideraba como tecnología social, basado en los presupuestos de las Ciencias Sociales, pero orientado hacia la mejora comunitaria con la participación de los habitantes de la zona y el objetivo puesto en el bienestar social (Michaud, 1996).
Podemos distinguir entre actuar-sobre y actuar-en. La Animación Sociocultural y los Servicios Sociales centrados en la primera acepción estarían dedicados a la animación y el trabajo social como profesión, con animadores y trabajadores sociales que actúan a nivel técnico sobre una población, con una programación dada de antemano, con la ayuda de voluntarios, de cara a una rentabilidad concreta de intereses no demasiado explícitos muchas veces, e intentando el desarrollo de parcelas concretas, tanto individuales como colectivas. Por el contrario, actuar-en implica un significado de dinámica social, con presencia de trabajo grupal en la resolución de problemas comunitarios, con programas emergentes de los propios destinatarios, basada en la intercomunicación, con objetivos de cambio social. Tanto el animador como el trabajador social serían catalizadores y dinamizadores, y la rentabilidad no sería buscada como objetivo prioritario (Mouliner, 1974). En resumen, desde esta última concepción, tendrían un triple trabajo: (Monera, 1986)
- concienciación-estimulación para la detección de problemas comunitarios
- puesta en relación para la intercomunicación grupal
- puesta en acción de procesos de participación y creatividad
Por todo ello, se afirma que la Animación sociocultural es, ante todo, un proyecto de intervención para motivar y estimular a un colectivo y que éste sea capaz de iniciar sus propios desarrollos socioculturales. Por tanto, debería ser definida por sus programas globales de intervención. Son importantes las técnicas y metodologías, pero siempre han de estar en función del programa global, ya que la Animación interviene desde grupos y hacia la comunidad, atendiendo, fundamentalmente, a las relaciones interpersonales y la participación (Lopez de Aguilera, 1988). Así, si algo parece estar claro en Animación Sociocultural, es que:
1. Se trata de actuaciones críticas, libres y transformadoras de la sociedad.
2. Debe generar procesos de participación en los colectivos y comunidades
3. Debe usar una metodología que estimule a ello, que implique y responsabilice a los ciudadanos, que lleve a la pluralidad cultural y social, teniendo en cuenta el propio proyecto de cada comunidad
4. Debe despertar la capacidad de análisis, organización, creación y expresión.
Evidentemente, con estas premisas estamos ya hablando de una Animación Sociocultural dirigida a nuestros mayores, tanto a nivel comunitario como a nivel de residencias. Si una comunidad es entendida como la parte del tejido social que se sitúa entre los individuos (en este caso los ancianos) y la sociedad, creemos que el fin de cualquier comunidad es, precisamente, propiciar la comunicación y participación de todos sus miembros (Galve, 1991).
Los animadores socioculturales tienen una importantísima labor en este trabajo en y con la Tercera Edad a nivel comunitario para:
a) Analizar y estudiar el entorno mediante técnicas cualitativas.
b) Planificación de proyectos, programas, actividades, etc., conjuntamente con los diversos grupos sociales.
c) Utilizar cualquier recurso formativo, ya sea institucional o extrainstitucional, en el campo de la educación formal o no formal.
d) Evaluar, incluyendo la autoevaluación del propio trabajo. Es interesante que también utilicemos las técnicas cualitativas para la evaluación grupal.
De esta manera, parece que debemos desterrar ya la idea de que la Animación Sociocultural es un conjunto de técnicas sociales o tecnología social. Se impone un cambio de mentalidad en los animadores para que trabajen en la dirección apuntada anteriormente, relacionada con el Paradigma Crítico. La Animación Sociocultural es un trabajo desde y para la Cultura, pero entendida con mayúscula, en su más amplio significado, y no como conjunto de parcelas culturales. Sin embargo no podemos trabajar, pensar o repensar en Animación Sociocultural sobre lo abstracto, sino que nuestro trabajo comienza en algo mucho más cercano a todos: el territorio. La Animación Sociocultural busca cambiar la realidad existente para superarla. Si no se da el cambio social, el cambio de esa realidad, no hay Animación Sociocultural. Habrá otras muchas cosas, pero no Animación Sociocultural en su sentido más auténtico. Y esta es una posición de partida que no debemos olvidar para eliminar después los demonios de la justificación: «hago lo que puedo», «no es posible hacer otra cosa con esta realidad»... para eso está la Animación Sociocultural y los animadores, para romper esa barrera y caminar hacia el cambio social de los territorios y comunidades; pero el motor de ese cambio no son los animadores, sino la propia comunidad. La Animación Sociocultural, en este sentido, sería un instrumento para el cambio social.
Que los trabajadores sociales y los animadores socioculturales desarrollen su labor conjuntamente en proyectos integrados comunitarios, no quiere decir que olvidemos la atención a sectores marginados concretos. Muy al contrario, a partir de la estructuración de esos programas conjuntos de desarrollo comunitario se puede vehiculizar la diversificación sectorial en programas específicos para la «Tercera Edad», menor marginado, drogodependientes, etc., aunque siempre teniendo como referencia la actuación global, todo en función de la dinamización general de la comunidad. Así, estaríamos de acuerdo con las características generales atribuidas actualmente a los Servicios Sociales por algunos autores: carácter polivalente, orientado al bienestar social, dirigidos a todos los ciudadanos de una comunidad, y no sólo a los marginados, posibilidad de desglose en programas sectoriales, enmarque territorial, función múltiple... (Ordinas y Thiebaut, 1988, Arenas, 1984, García, 1984). Las funciones no sólo estarían encaminadas a paliar o eliminar marginaciones o necesidades, sino que se ampliarían hacia áreas de investigación, planificación, prevención, programación, reinserción, promoción social, etc.
Mas informacion
Fuente del Articulo: www.infobuscador.net |
Autor: Animacion Servicios Educativos
El animador puede establecer planes concretos de desarrollo comunitario dirigidos a la Tercera Edad por varios motivos, pero, sobre todo, porque ese colectivo tiene mucho tiempo libre y seguramente ganas de utilizarlo constructivamente y, en segundo lugar, porque les permitirá seguir en contacto con las personas de su entorno comunitario, seguir siendo parte de la sociedad (Passanante, 1983). No olvida tampoco esta autora el apoyo y la orientación que deben prestar, en este sentido, los medios de comunicación social, fundamentalmente para poder hacer realidad un tipo de educación a distancia que en lugares concretos son tan necesarios. Diversos autores han puesto de manifiesto que la calidad de la «Tercera Edad» dependerá, en gran medida, de la preparación educativa para asumirla, así como para continuar en ella actividades que potencien el desarrollo de la personalidad (Moreno, 1988).
Por tanto, parece que la finalidad general es doble: por una parte, propiciar la participación de las personas de edad en los diversos organismos e instituciones sociales, a fin de aumentar los procesos de democratización de la sociedad al evitar las exclusiones que impone la jubilación, y, por otra parte, acrecentar las posibilidades de desarrollo personal y cultural de los componentes de este colectivo (March y Orte, 1995).
CONCEPCIÓN DEL TÉRMINO
Animados por el espíritu del funcionalismo parsoniano (el viejo es un individuo improductivo y consumidor de recursos), aparecieron en España teorías legitimadoras que intentaban «solucionar el problema de las personas mayores». Afortunadamente, en la actualidad hay planteamientos que, desde posiciones críticas, ven a este colectivo de personas mayores como elemento importante para conseguir el desarrollo comunitario. Aunque, aún se confunde la Animación Socio-Cultural sobre la Tercera Edad y el Trabajo Social sobre este colectivo con la Asistencia Social, sin tener nada que ver.
La Asistencia Social surge tras la Segunda Guerra Mundial con un carácter marcado de beneficiencia y atención a disminuidos y personas de la «Tercera Edad». Sin embargo, pronto se reconvirtió esta primera tarea hacia los servicios sociales, que ya no sólo trataban de asistir, sino de dar algo más: ayudar al desarrollo individual y colectivo, al autodesarrollo, intentando paliar las descompensaciones generadas por la rápida evolución de la sociedad. Lamentablemente, a lo máximo que se había llegado hasta hace pocos años en relación al trabajo social con la «Tercera Edad» era a la labor meramente asistencial, en el sentido dado originariamente a este término, desatendiendo la formación continua y la búsqueda del equilibrio presumiblemente perdido tras la jubilación.
Así, uno de los autores que más ha estudiado estos temas, Ezequiel ANDER-EGG, comenzó aplicando el término Servicio Social como tecnología, pero matizaba que se situaba en el plano de la acción social, y no en el de la ciencia o investigación científica (Ander-Egg, 1967), resultado de su diferenciación entre los planos filosófico, científico y el de la praxis social. A este último pertenecería el Servicio Social, como lo estarían todas las técnicas sociales; aunque pocos años después criticaba estas posturas al considerar que estaban enmarcadas en los problemas típicos de los países desarrollados, en absoluto válidas para los países subdesarrollados. Por ello, proclamaba la vehiculización de unos Servicios Sociales directamente implicados en la problemática social general y en la politización de los mismos (Ander-Egg, 1970), postura que ha venido matizando hasta la actualidad (con la inserción de los programas de Servicios Sociales en el Desarrollo Comunitario).
Lo que parece evidente es que los planteamientos que han primado en Servicios Sociales (y los que aún priman en algunos programas) son los que se dirigen hacia intervenciones tendentes a eliminar o paliar las situaciones de disfunción social, es decir, planteamientos funcionalistas; aunque ya a finales de los sesenta, algunos autores difundían la idea de un trabajador social que superase los anteriores esquemas y tuviese un papel destacado en la problematización de la realidad social, desmitificando los aspectos tópicos de la misma (Rodríguez, 1969). Quizá, por ello, se quiso refundir ambas tendencias en una nueva corriente del Servicio Social que lo consideraba como tecnología social, basado en los presupuestos de las Ciencias Sociales, pero orientado hacia la mejora comunitaria con la participación de los habitantes de la zona y el objetivo puesto en el bienestar social (Michaud, 1996).
Podemos distinguir entre actuar-sobre y actuar-en. La Animación Sociocultural y los Servicios Sociales centrados en la primera acepción estarían dedicados a la animación y el trabajo social como profesión, con animadores y trabajadores sociales que actúan a nivel técnico sobre una población, con una programación dada de antemano, con la ayuda de voluntarios, de cara a una rentabilidad concreta de intereses no demasiado explícitos muchas veces, e intentando el desarrollo de parcelas concretas, tanto individuales como colectivas. Por el contrario, actuar-en implica un significado de dinámica social, con presencia de trabajo grupal en la resolución de problemas comunitarios, con programas emergentes de los propios destinatarios, basada en la intercomunicación, con objetivos de cambio social. Tanto el animador como el trabajador social serían catalizadores y dinamizadores, y la rentabilidad no sería buscada como objetivo prioritario (Mouliner, 1974). En resumen, desde esta última concepción, tendrían un triple trabajo: (Monera, 1986)
- concienciación-estimulación para la detección de problemas comunitarios
- puesta en relación para la intercomunicación grupal
- puesta en acción de procesos de participación y creatividad
Por todo ello, se afirma que la Animación sociocultural es, ante todo, un proyecto de intervención para motivar y estimular a un colectivo y que éste sea capaz de iniciar sus propios desarrollos socioculturales. Por tanto, debería ser definida por sus programas globales de intervención. Son importantes las técnicas y metodologías, pero siempre han de estar en función del programa global, ya que la Animación interviene desde grupos y hacia la comunidad, atendiendo, fundamentalmente, a las relaciones interpersonales y la participación (Lopez de Aguilera, 1988). Así, si algo parece estar claro en Animación Sociocultural, es que:
1. Se trata de actuaciones críticas, libres y transformadoras de la sociedad.
2. Debe generar procesos de participación en los colectivos y comunidades
3. Debe usar una metodología que estimule a ello, que implique y responsabilice a los ciudadanos, que lleve a la pluralidad cultural y social, teniendo en cuenta el propio proyecto de cada comunidad
4. Debe despertar la capacidad de análisis, organización, creación y expresión.
Evidentemente, con estas premisas estamos ya hablando de una Animación Sociocultural dirigida a nuestros mayores, tanto a nivel comunitario como a nivel de residencias. Si una comunidad es entendida como la parte del tejido social que se sitúa entre los individuos (en este caso los ancianos) y la sociedad, creemos que el fin de cualquier comunidad es, precisamente, propiciar la comunicación y participación de todos sus miembros (Galve, 1991).
Los animadores socioculturales tienen una importantísima labor en este trabajo en y con la Tercera Edad a nivel comunitario para:
a) Analizar y estudiar el entorno mediante técnicas cualitativas.
b) Planificación de proyectos, programas, actividades, etc., conjuntamente con los diversos grupos sociales.
c) Utilizar cualquier recurso formativo, ya sea institucional o extrainstitucional, en el campo de la educación formal o no formal.
d) Evaluar, incluyendo la autoevaluación del propio trabajo. Es interesante que también utilicemos las técnicas cualitativas para la evaluación grupal.
De esta manera, parece que debemos desterrar ya la idea de que la Animación Sociocultural es un conjunto de técnicas sociales o tecnología social. Se impone un cambio de mentalidad en los animadores para que trabajen en la dirección apuntada anteriormente, relacionada con el Paradigma Crítico. La Animación Sociocultural es un trabajo desde y para la Cultura, pero entendida con mayúscula, en su más amplio significado, y no como conjunto de parcelas culturales. Sin embargo no podemos trabajar, pensar o repensar en Animación Sociocultural sobre lo abstracto, sino que nuestro trabajo comienza en algo mucho más cercano a todos: el territorio. La Animación Sociocultural busca cambiar la realidad existente para superarla. Si no se da el cambio social, el cambio de esa realidad, no hay Animación Sociocultural. Habrá otras muchas cosas, pero no Animación Sociocultural en su sentido más auténtico. Y esta es una posición de partida que no debemos olvidar para eliminar después los demonios de la justificación: «hago lo que puedo», «no es posible hacer otra cosa con esta realidad»... para eso está la Animación Sociocultural y los animadores, para romper esa barrera y caminar hacia el cambio social de los territorios y comunidades; pero el motor de ese cambio no son los animadores, sino la propia comunidad. La Animación Sociocultural, en este sentido, sería un instrumento para el cambio social.
Que los trabajadores sociales y los animadores socioculturales desarrollen su labor conjuntamente en proyectos integrados comunitarios, no quiere decir que olvidemos la atención a sectores marginados concretos. Muy al contrario, a partir de la estructuración de esos programas conjuntos de desarrollo comunitario se puede vehiculizar la diversificación sectorial en programas específicos para la «Tercera Edad», menor marginado, drogodependientes, etc., aunque siempre teniendo como referencia la actuación global, todo en función de la dinamización general de la comunidad. Así, estaríamos de acuerdo con las características generales atribuidas actualmente a los Servicios Sociales por algunos autores: carácter polivalente, orientado al bienestar social, dirigidos a todos los ciudadanos de una comunidad, y no sólo a los marginados, posibilidad de desglose en programas sectoriales, enmarque territorial, función múltiple... (Ordinas y Thiebaut, 1988, Arenas, 1984, García, 1984). Las funciones no sólo estarían encaminadas a paliar o eliminar marginaciones o necesidades, sino que se ampliarían hacia áreas de investigación, planificación, prevención, programación, reinserción, promoción social, etc.
Mas informacion