Patricia Manrique (Redacción Cantabria) | Diagonal Periódico
“El proyecto global es tratar de conseguir un embrión de nueva sociedad. Se trata de una cooperativa porque se tiene que relacionar con el sistema, pero sobre todo es un proyecto de construcción de una alternativa integral al capitalismo”, reflexiona Enric Durán, activista y miembro de la Cooperativa Integral Catalana puesta en marcha en mayo. Una iniciativa que tratará de cubrir todas las necesidades de sus socios –alimentación, vivienda, empleo, salud, educación, protección social y transporte– cortando progresivamente los lazos con el capitalismo.
El proyecto podría considerarse uno de los frutos del movimiento que implicó la publicación de Podemos! en marzo de 2009, donde ya se apuntaba la búsqueda de una alternativa al capitalismo. La Jornada de Huelga a la Banca del 17 de septiembre supuso otro paso, del que surgieron personas interesadas. Pero el empuje definitivo vino de la mano de las ecoxarxas, redes de ‘prosumidores’ conscientes, esto es, consumidores y productores, que se pusieron en marcha en Catalunya –en Tarragona, Montseny, Santa Coloma de Gramenet– y que “ayudaron a replantear la idea de la cooperativa integral, ya no sólo como un proyecto local, sino como un proyecto de coordinación de las ecoxarxas, integrando otras propuestas para salir del capitalismo”, señala Durán. Las ecoxarxas ya habían lanzado monedas sociales, algo que también ha hecho la Cooperativa Integral Catalana que, con el ecocoop, intercambiable por euros y equivalente con el resto de monedas sociales, pretende reducir la dependencia de las fluctuaciones financieras, implementar los intercambios locales y mejorar la capacidad adquisitiva de personas que no pueden trabajar, aun teniendo capacidades y conocimientos para hacerlo. El ecocoop “no es un almacén de valor”, remarca Durán, sino una simple unidad de medida de los intercambios, no genera intereses ni es escaso, y no tiene sentido acumularlo ni especular con él.
La figura jurídica de cooperativa ofrece un blindaje contra embargos privados o públicos, pues no puede tomarse acciones contra ella por las deudas de sus socios: únicamente hay que evitar el endeudamiento en nombre del colectivo, cuestión que recogen los estatutos. Así, se hace posible que insolventes, morosos y parados puedan vivir con toda normalidad, trabajando y consumiendo de manera autogestionada, sin tener que preocuparse por los embargos de deudas anteriores.
Las cooperativas disponen ya de una central de compras de productos ecológicos y locales y una red social comunal para el intercambio de productos y servicios. Otro de los grupos de trabajo busca proyectos de autoempleo vinculados a necesidades reales de los cooperativistas. Progresivamente, se pretende autogestionar la salud y la educación, y desearían generar un sistema de previsión social para garantizar las necesidades básicas de todos los miembros “en todo su recorrido vital”. El proyecto está alojado en la red social Redes en Red, puesta en marcha para la reunión que citó en Ruesta, durante cuatro días de abril, a decenas de activistas interesados en salir del capitalismo. En poco más de un mes, la cooperativa cuenta con un centenar de socios y media docena de núcleos locales en formación, además del núcleo gestor de Barcelona.