En Portada - La nueva Misión

A miles de personas les ocurre. Llega un momento en sus vidas en que sienten la necesidad de entregarse a los más desfavorecidos.

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En En Portada llevábamos un tiempo pensando en hacer un reportaje sobre todos aquéllos que en un momento de sus vidas han optado por entregarse a los demás, especialmente a los más desfavorecidos.

Estudiamos diferentes perfiles. Desde el cooperante que viaja esporádicamente a ayudar a las víctimas de terremotos o guerras; al empresario que ha renunciado a su pasado y vive dedicado a un proyecto de apoyo a los pobres de la Tierra; o al obispo que mantiene viva la llama en una diócesis perdida en el centro de África...
Al final, elegimos a Nicolás Castellanos, un fiel seguidor de la Teología de la Liberación. Y el resultado es La nueva misión, un reportaje que traza el viaje interior de este obispo católico de la España de la transición que un día decide dar un salto en su vida y dedicarse a dar oportunidades a los desheredados de Bolivia.
Castellanos es un hombre dinámico. Hábil conversador. Organizador preciso. Exigente. Cariñoso. El padresito Nicolás, como le llaman sus amigos de Bolivia, ha revolucionado el barrio del Plan 3.000, un lugar humilde en medio de un país humilde. Ha construido colegios, comedores, polideportivos, universidades... Y lo ha hecho, según sus palabras, para que los pobres tengan una vida más digna y la oportunidad de desarrollarse.
Durante el rodaje mantuvimos largas charlas sobre desigualdades, injusticias, política, sobre la pasión por el trabajo bien hecho... E incluso sobre el rumbo de la Iglesia católica en los países del hemisferio norte. Desde el principio, descubrimos en Nicolás a un nuevo boliviano. Habla de Evo Morales como si fuera su propio presidente. Y le critica con el reflejo de quien se siente desgobernado. Reconoce abiertamente que no se puede evangelizar sin pisar barro y desglosa sin titubeos sus alabanzas al párroco que malvive por llevar la palabra de Dios al último rincón del planeta.
Después de todas esas charlas, comprendimos que habíamos acertado en la elección de Nicolás. Que Nicolás Castellanos es, más allá del anillo episcopal que luce en su dedo anular y del Dios con el que conversa todas las mañanas, un hombre volcado en los demás.
Gracias, entre otros, al padresito Nicolás, el reportaje es una invitación al análisis, a la introspección. En esta ocasión En Portada ha apostado por una historia reposada, en la que abundan las reflexiones. Una historia que llevará al telespectador a plantearse algunas preguntas. Unas tendrán respuesta en el propio reportaje. Otras deberán salir de cada uno...

Hace 18 años llegó a Bolivia un obispo español. Voz ronca, mirada de rapaz y una facilidad pasmosa para relacionarse con sus congéneres. Así sigue siendo Nicolás Castellanos. Oficialmente es obispo emérito de Palencia. Yo, personalmente, creo que es ante todo un gran conseguidor.
Nicolás Castellanos es lo que en España se conoció durante la transición como un obispo progre. Uno de esos prelados que el cardenal Tarancón habría querido ver estos días sentado en la Conferencia Episcopal. De los que provocan cuchicheos en los corros de señoras de alta alcurnia castellana y misa diaria. Castellanos se negó a vivir en el Palacio Episcopal. Vivía en un apartamento alquilado y compraba el pan todos los días. La puerta de su despacho siempre estaba abierta.
Pero llegó un día en que el bueno de Nicolás –ya le considero amigo y por eso abuso de la confianza- comprendió que había muchas injusticias en el mundo como para conocerlas a través de los libros, los periódicos y la televisión. Tomó un avión y se marchó a Bolivia. Se presentó ante el obispo de Santa Cruz de la Sierra y le pidió una misión.
La misión se llamó Plan 3.000, un barrio instalado en un descampado y poblado por damnificados de las inundaciones del río Piraí. Y allí, en el Plan 3.000, Nicolás Castellanos ha labrado su proyecto. Ha construido un centenar de escuelas. Comedores, piscinas... Un teatro, Una escuela universitaria. Sobre todo, ha hecho un poquito más feliz a mucha gente.
Nicolás se levanta a las 5 de la mañana y dedica un par de horas a leer el Evangelio, a aprender de los santos. A hablar con el Dios de los pobres, el mismo Dios con el que habla Pedro Casaldáliga o conversaban monseñor Romero e Ignacio Ellacuría. Nicolás me demostró que en todas esas maitines siempre hallaba el rumbo para ser mejor cada día y ayudar mejor a los demás.
En un principio me interesó de Nicolás Castellanos su obsesión por ayudar a los demás, independientemente de su credo. Pero poco a poco me interesó también entender cómo hacía compatible su credo y su vocación por los pobres con una Iglesia europea renqueante por tantos achaques. Debatimos mucho sobre el futuro de una Iglesia que mantiene en un segundo plano a las mujeres, de una Iglesia que ampara la vilezas cometidas por algunos de sus miembros (Irlanda, Brasil, Estados Unidos…), de una Iglesia que se obsesiona con la conducta sexual de sus feligreses. Recuerdo que un día me contó que no entendía muy bien por qué la Iglesia española convocaba manifestaciones en contra de los matrimonios entre homosexuales habiendo como hay tantas injusticias en el mundo…
Nicolás habla claro. No se muerde la lengua. Ni en Bolivia –no es precisamente partidario de Evo Morales, aunque lo fue- ni en España. Aquí tiene muchos, muchísimos amigos. Desde José Bono a Ana Botella. De todos ellos extrae el jugoso fruto de la felicidad y de ellos espera también la ayuda necesaria para seguir adelante con su misión. Es un pertinaz recaudador de fondos. Me ha enseñado sus cuentas. Ni una sola mácula.
Y Nicolás es sobre todo uno de ellos. Vive en una angosta habitación de una casucha rodeada de barro a la que cariñosamente llaman Palacio. En pleno Plan 3.000. Y vive rodeado de jóvenes. De los miembros del directorio de la Asociación con la que vehicula todo su trabajo. Se le ve cómodo, en familia.
Nicolás parece un hombre feliz, inmensamente feliz. Y es muy gratificante descubrir gente que es así de feliz simplemente por ayudar a los demás.
Una de las grandes ventajas de ser reportero es que conoces a decenas y decenas de personas interesantes en los lugares más remotos del planeta. Muchos de ellos son gente anónima que desborda paz interior. Nicolás Castellanos está en el top ten.
PS: Nicolás Castellanos es el protagonista del reportaje La nueva misión. Lo emite En Portada este domingo 31 de enero (22.00 horas en La 2). Un reportaje amable, que invita a la reflexión.

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