Desocupar la maternidad

Ilustración: Emma Gascó
Emma Gascó
Hemos luchado por desmontar la construcción según la cual no tener hijxs nos convertía en no-mujeres. Ahora nos toca también dinamitar el concepto de que al tenerlos nos convertimos en esa cosa abstracta, despolitizada, des-sexualizada y des-socializada que es La Madre.

Brigitte Vasallo en Pikara Magazine

“Para posicionarse más allá de la frontera identitaria y volverse un monstruo sexo disidente que se ubique discursivamente fuera del género, es decir, más allá de la heteronorma, hace falta dar otro paso. Hay que apropiarse del lenguaje y enunciar nuestras disconformidades. No basta con rebelarse para que nos digan que somos mujeres malas, es necesario y urgente renunciar al hecho mismo de ser mujer”

Francisca Barrientos A. ‘La mujer como piedra de toque: una mirada frente al fracaso del feminismo’


Feminista, bollera en ciernes, guerrera, poly-multi-amorosa y disidente por definición, se hace un silencio a mi alrededor cuando alguien observa que ese churumbel que corretea entre mis piernas es mi hijo. “Ah, pero… ¿eres madre?”. Si esa es la pregunta, la respuesta es no. Yo no soy madre. Soy madre únicamente de mi hijo y mi maternidad está definida en la relación que él y yo tenemos, únicamente. Soy su madre. Nada más. Y nada menos.
A la maternidad le hemos dado muchas vueltas, pero no hemos logrado desocuparla. Hemos luchado por desmontar la construcción según la cual no tener hijxs nos convertía en no-mujeres, en mujeres venidas a menos. Ahora nos toca también dinamitar el concepto según el cual dejamos de ser mujeres precisamente al tenerlos y convertirnos en esa cosa abstracta, despolitizada, des-sexualizada y des-socializada que es La Madre.
¿Somos madres o tenemos hijxs?
Al enunciarnos como madres (“soy madre” en lugar de “tengo hijxs”) nos afirmamos desde una categoría relacional, que nos des-hace como sujetas para re-convertirnos en sujetas-en-tanto-que, ese gran clásico del patriarcado. Cuando se nos enuncia como madres, se antepone la relación con nuestrxs hijxs a cualquier otra de las dimensiones de nuestra identidad, porque ser madre, en el fondo, es desaparecer. La maternidad se situa, lo queramos o no sus protagonistas, en el centro, en la única identidad definitoria, en el sujeto mismo. Las demás circunstancias se vienen a añadir a ese absoluto: se es madre trabajadora o madre soltera. Madre.

Una vez demostrado que ser superwoman es inaguantable, descubrimos otra forma de ser madre: la criadora natural extrema, totalmente feliz en su rol de lavadora de pañales ecológicos. 

Todos los grandes modelos de maternidad propuestos pasan por ahí: enunciar como mujer a la madre tradicional planchadora y lavadora, cocinadora de pucheros es redundante pues, en tanto que mujer-madre sublimada se convierte en una especie de mujer-muy mujer. En “mujer de verdad marca registrada”. Con la incorporación de las mujeres al mundo de las carreras laborales nos convertimos en superwomen, la MILF (mother I’d like to fuck, definición que merece dinamita aparte), la mujer que es madre sin que se le note : sigue trabajando como si nada, teniendo un vientre plano como si nada, saliendo de copas y “dejándose follar” sin por ello perder un ápice de su esencia maternal, igualmente “mujer-muy mujer” con el añadido de “ejecutiva-muy ejecutiva” y follable. Es la criadora via nanis atravesada por la clase social, el capitalismo salvaje y la re-cosificación de las mujeres que siguen cargando con el rol tradicional, augmentado por las nuevas exigencias del espacio público.
Una vez demostrada por la tesonería de las prácticas cotidianas que ser superwoman es inaguantable, descubrimos otra forma de ser madre: la criadora natural extrema, dadora de pecho a demanda durante toda la eternidad, reivindicadora de un parto, no ya desmedicalizado, sino todo lo doloroso que sea posible (porque las madres no sentimos dolor al parir, sino placer), totalmente feliz en su rol de lavadora de pañales ecológicos y compartidora de lecho, todas ellas cuestiones maravillosas pero que a la práctica solucionan el futuro del planeta y de la humanidad, pero nos complican bastante la vida a las que estamos en el proceso de criar.
Un regreso sospechosamente angustiante a un centro en común, perfectamente definido por Marcela Lagarde: el descuido para lograr el cuido. Desaparecer para ser madre, porque seguimos concibiendo la maternidad como una categoría antropófaga, que lo devora todo.
El falso debate entre no ser madre o desaparecer
Si tener hijos significa necesariamente ser madre y ser madre significa indudablemente desaparecer, aquí no hay debate. Tener hijos sería una estupidez que solo mujeres altamente abnegadas, angelicalmente generosas o escandalosamente afectivo-dependientes pueden querer llevar a cabo.

Existe una tremendo ejercicio de control social a partir de la idea de “la buena madre” que, obviamente, ni canta en grupos de punk, ni sale de noche, ni viaja sola, ni liga. Por otro lado, hay un desentendimiento colectivo respecto a tus circunstancias.


Asisto a debates, leo artículos y posts explicando la decisión de tener hijxs sobre el falso debate de ser o no ser madre, aún construido sobre imágenes falsas y estereotipadas de una maternidad inevitablemente des-personalizadora. ¿Quién de nosotras, luchadoras, pensantes, reivindicativas, tomaría partido por un “ser madre” en esos términos de delantal y mesa camilla, aunque sea 2.0? No queremos ser madres. No lo somos. Pero los debates nunca incluyen la posibilidad de tener hijxs (de ser sus madres) sin convertirnos por ello en madres.

La maternidad feminista está en otro lugar que pasa, necesariamente por desocupar la categoría madre. Nombrándonos en tanto que mujeres o como prófugas de la categoría mujeres, como disidentes, con cualquier atributo que contenga toda la complejidad de relaciones, experiencias, pasiones, deseos, miedos y errores que somos. Y que contenga, si acaso, la maternidad, pero que no desaparezca en ella.
Desmaternalizarnos
El discurso pasa por la realidad. Desde una vivencia feminista, desocupada la categoría “madre”, tener hijxs incluye un compromiso de crianza, de cuidados de unos seres para la comunidad. Pero la comunidad no parece muy dispuesta a permitir que algunas tengamos hijxs sin convertirnos en madres. No solo la manera en que se nos define y cataloga, sino las prácticas cotidianas parecen obligarnos a escoger entre ser mujeres o ser madres. “Cuando le digo a la gente que canto en un grupo punk” – explica Yoli Rozas, vocalista de Las niñas de Rajoy – “enseguida se sorprenden y me preguntan ¿pero tú no eres madre?”
Existe una tremendo ejercicio de control social sobre nuestras maternidades a partir de la idea de “la buena madre” que, obviamente, ni canta en grupos de punk, ni sale de noche, ni viaja sola, ni liga… parece ser que tener hijxs es incompatible con seguir viviendo. Por otro lado, hay un desentendimiento colectivo respecto a tus circunstancias. Si has decidido “ser madre” y aún así pretendes seguir siendo persona, seguir estando en el mundo, tendrás que buscarte la vida. Nunca hasta el día de hoy me han ofrecido servicio de guardería cuando me invitan a dar una conferencia durante el fin de semana, por ejemplo, o a las 7 de la tarde, por mucho que las personas que me invitan sepan perfectamente que estoy criando. Hace un par de años, un festival de música que se celebraba un fin de semana me acreditó como periodista pero pretendía que pagase las entradas para mi hijo, que entonces tenía 4 años. Si “soy madre” al fin, es asunto mío y si quiero además seguir siendo yo, es mejor que la maternidad no se me note, que no moleste, precisamente para que el entorno no me vea como “madre”, y ahí vuelta a empezar. Es lo que Lagarde define como “sincretismo de género”. Escoger constantemente entre cuidar y cuidarnos.
Pues yo, personalmente, no pienso escoger. Probablemente la maternidad como concepto no tenga solución posible, unido como está necesariamente a las mujeres y, a su vez, a una concepción de mujer totalmente biologizada. Por un lado se nos está escatimando el derecho sobre nuestros cuerpos para decidir sobre nuestras maternidades, por otro se nos está escatimando el derecho sobre nuestras identidades para seguir definiéndonos de mil maneras incluso teniendo hijxs.
Como afirma Lagarde, es necesario y urgente maternalizar la sociedad y desmaternizarnos nosotras. O, parafraseando a Barrientos, es urgente y necesario renunciar al hecho mismo de “ser madres”, tengamos hijxs o no. Especialmente si lxs tenemos.

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