Cuando somos pequeños y nos preguntan eso de “¿Qué quieres ser de mayor?”, nuestra respuesta no debería condicionarnos ni obligarnos a llevar un camino determinado. Tampoco es bueno que familiares y amigos depositen en nosotros sus expectativas, convirtiéndonos en la proyección de sus propias frustraciones. Nunca deberíamos ser lo que los demás quieran que seamos. Más bien, lo contrario: deberíamos poder decidir a cada paso qué rumbo tomar...
Patricia Horrillo en eldiario.es
Esta reflexión viene a colación de una pregunta que escucho de forma repetida en todo tipo de foros y conversaciones: “¿Qué va a hacer el 15M?”. Y, lo curioso, es que esperan una respuesta única, como si fuera posible darla. Al parecer, ocurre algo similar entre la cuestión que se nos plantea de niños y la que se le hace a eso que llamamos el movimiento 15M: se le exigen respuestas y se depositan todo tipo de expectativas. La diferencia es que detrás del 15M hay muchas personas, que se organizan de forma orgánica, y todas y cada una de ellas tienen sus propias respuestas sobre lo que “hay que hacer” y “cómo hay que hacerlo”. Con lo que la pregunta no tiene sentido.
El 15M como salvador
Según nació el 15 de mayo se 2011, este despertar ciudadano se convirtió en un actor político importante pese a los primeros impulsos de los grandes medios por invisivilizarlo. Y, lo que inicialmente fue algo que generaba desconcierto, se convirtió para muchas personas en un perverso objeto de deseo: el 15M debía ser, poco menos, que un superhéroe que solucionara los problemas del mundo. La búsqueda constante de líderes en el movimiento, propios de las estructuras tradicionales de poder, también ha traído de cabeza a muchos periodistas, en su deseo de identificar al 15M y que su trabajo resultara más fácil, y a las personas que siguen deseando que sean otros los que marquen la línea a seguir y decidan por ellas.
Está por cumplirse su segundo aniversario y resulta curioso que haya todavía quien piense que lo que no se ha transformado en estas últimas décadas desde la fallida Transición, tenga que ser “resuelto” en menos de dos años. Esa postura de exigencia hacia el 15M se manifiesta al reclamar los cambios a los demás y nunca incluyéndose a uno mismo en el proceso: “¿Por qué no montáis un partido político?”, “¿Dónde estabais cuando se hizo la reforma laboral?”, “Por vuestra culpa la gente no ha ido a votar”, “¿Por qué dejasteis que ganara el Partido Popular?”,...
Hay personas que no conciben la transformación social como un proceso colectivo en el que todos los ciudadanos somos los responsables y buscan en agentes externos el cambio de la política, la economía, la educación, la sanidad,... Con esa mirada, el 15M sólo puede ser percibido como “culpable” de que la situación no mejore y, para algunos miembros de partidos tradicionales, como un rival con el que hay que acabar. A veces, resulta desesperanzador lo fácil que es para muchas personas identificar al que tiene en frente como un “enemigo” en lugar de buscar los puntos de conexión y trazar estrategias conjuntas.
Preguntas sobre el 15M
Últimamente, cada vez que me preguntan cosas como “¿Qué ha hecho el 15M en estos dos años?” o, incluso, “¿Quién está detrás del 15M?” respondo: “Cambia "15M" por "ciudadanía" y dime si esa pregunta tiene todavía algún sentido”. De acuerdo: no es "toda" la ciudadanía, perocada vez somos más los ciudadanos conscientes y responsables, que reivindicamos la participación política y una democracia real.
También es recurrente la pregunta sobre por qué el 15M no se ha constituido en un partido político. Más allá del sinsentido como acabo de explicar, sería importante no olvidar lo que recoge el artículo 23 de nuestra Constitución: “Los ciudadanos tiene el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal”. Es decir, la existencia de representantes políticos no nos debería apartar al resto de ciudadanos de la participación de la vida política. De hecho, la redacción del citado artículo prioriza esa participación ciudadana aunque nos intenten convencer constantemente de que sólo es válida mediante representantes.
Transformación en dos niveles
En todo proceso de cambio existen, al menos, dos ritmos distintos y ambos imprescindibles: uno más rápido y otro más lento. En relación a los movimientos sociales que han surgido en los últimos tiempos en España, el más rápido es el que atiende a las necesidades inmediatasy que se plasma en acciones puntuales y efímeras (algunas más efectivas que otras): la paralización de desahucios, las manifestaciones, los encierros, los escraches, acciones comoToque a Bankia, la consulta por la sanidad pública, la desobediencia civil, las huelgas...
El más lento, por su parte, es ese proceso de calado y transformación profunda, más difícil de conseguir y también de localizar a primera vista. Sin embargo, pienso que tras el 15M se ha generado un caldo de cultivo imprescindible para ese cambio social, ya que ha permitido poner en cuestión los pilares de un sistema que, no sólo no es justo, sino que se impone contra los intereses de los ciudadanos. Cuestionar algo y ser conscientes de lo que no queremos es el primer paso para poder avanzar. Por eso, las proclamas de “No nos representan” y “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” son tan importantes, porque nos movilizan y ponen de manifiesto una realidad por la que ya no pasamos.
Y este “virus” de la conciencia democrática es de los que no se va y de los que avanza pese a los intentos de criminalización del Gobierno, ciertos representantes políticos y algunos responsables de medios de comunicación de masas. Esta forma de entender la responsabilidad política ha venido para quedarse aunque la oligarquía y los sectores privilegiados hagan todo lo posible por trazar teorías conspiranoicas a su alrededor para desactivarla. Porque, aunque el proceso de incubación sea lento, la transformación de súbditos manejables en ciudadanos de pleno derecho es imparable. No hay vacuna posible.