Juanjo Abad | EL PAÍS. “Nuestro objetivo es que se vean las obras, y cuanto más, mejor”, explica el director de programación del festival Andreu Meixide.
“Eso sí, siempre que se respeten las condiciones de la licencia y que
no haya venta de entradas”. El festival nacido en Barcelona facilita el
material para que el distribuidor lo modifique a su antojo y lo haga
suyo.
Desde que en 2001 nacieran las licencias Creative Commons,
si el autor lo desea, y si no hay ánimo de lucro, podemos acceder a una
obra cultural libremente. En algunos casos, incluso modificarla. Ahora
esta alternativa llega también a los festivales de cine. El Madrid Creative Commons Film Festival,
que arrancó ayer, proyecta películas solo bajo esta licencia y se
autoproclama “el primer festival que se puede copiar”. Es, justamente,
eso, una reproducción del certamen homónimo de Barcelona, y a cuyas proyecciones se puede acceder de forma gratuita en La Casa Encendida hasta el domingo.
Cualquier asociación sin ánimo de lucro puede organizar este festival, que como las películas que exhibe, está sujeto a la licencia Creative Commons. “Nuestro objetivo es que se vean las obras, y cuanto más, mejor”, explica el director de programación del festival Andreu Meixide. “Eso sí, siempre que se respeten las condiciones de la licencia y que no haya venta de entradas”. El festival nacido en Barcelona facilita el material para que el distribuidor lo modifique a su antojo y lo haga suyo. De esta manera se han celebrado festivales hermanos en ciudades de todo el mundo como México DF, Roma o Buenos Aires.
El cine documental tendrá una presencia notable este fin de semana en el certamen madrileño. Uno de los filmes protagonistas será el nuevo trabajo de Vincent Moon, director francés de videoclips e ideólogo del portal de los Take-Away Shows, miniconciertos grabados en la calle para Internet. En Madrid presentará su película Esperando el tsunami, en el que recorre los pasos del grupo de música tradicional colombiano Lulacruza. Los responsables del festival ponen a Moon como ejemplo de autor que trabaja en Creative Commons, consigue dinero a través de microfinanciación y, además, es capaz de vivir de ello. El cineasta ya lo demostró en 2010 en An Island, película documental protagonizada por la banda danesa Efterklang.
“El Creative Commons tiene que ir deshaciéndose de los tópicos. Creemos que hay capacidad de hacer negocio, y algunos proyectos mueven presupuestos importantes”, comenta Andreu Meixide, que considera necesario desmontar otros mitos que circulan sobre estas licencias. “Tampoco es cierto que solo usen Creative Commons cineastas amateurs o noveles. Ni que esta licencia signifique gratis total, sino que el autor de la obra es el que decide cómo se explota la misma”, concluye Meixide. Por ejemplo, un director puede crear un largometraje que pone a disposición del público para que lo vea de forma gratuita, pero que una cadena de televisión tendría que pagar si quiere emitirla. Gratis, sí, pero solo si no hay afán lucrativo.
En CC Mad el componente de denuncia social es importante. Y mucho. En la programación hay documentales sobre el derribo de las casas de un barrio obrero, sobre el movimiento antiglobalización o sobre un concurso de belleza de mujeres sin techo. “Sí que es verdad que mucho cine de denuncia suele ir de la mano de Creative Commons, pero es porque este tipo de cine social tiene una cierta urgencia en ser visto. Utilizan este recurso porque las vías tradicionales ralentizan la distribución. O directamente no permiten este tipo de contenidos”, afirma Meixide.
En el certamen también habrá cortometrajes, proyecciones para niños, una mesa redonda sobre el crowfunding o nuevas expresiones narrativas. Los cambios tecnológicos llevan anexos también cambios en la forma de expresarse. “De la misma manera ocurrió con la llegada del cine sonoro o con la llegada del color”, dice Meixide. De la mano de Nicolás Alcalá llegará mañana la propuesta más radical de CC Mad en este sentido. El festival presentará los primeros minutos del filme El cosmonauta, todavía en producción. No será a través de un proyector al uso, sino en varias pantallas y con la interacción en la sala de un actor de la película. Contacto directo con la audiencia, igual que lo que pretenden los autores a través de estas fórmulas alternativas.
Todavía son pocos los cineastas que recurren a esta fórmula para distribuir sus obras, aunque cada vez existan más propuestas en este sentido. Por el momento, los defensores del Creative Commons se conforma con que sus proyectos se den a conocer. El responsable de la programación del festival lo resume en una frase: “Lo que ve la gente, puede generar algo; si no lo ve nadie, no puede generar nada”.
Cualquier asociación sin ánimo de lucro puede organizar este festival, que como las películas que exhibe, está sujeto a la licencia Creative Commons. “Nuestro objetivo es que se vean las obras, y cuanto más, mejor”, explica el director de programación del festival Andreu Meixide. “Eso sí, siempre que se respeten las condiciones de la licencia y que no haya venta de entradas”. El festival nacido en Barcelona facilita el material para que el distribuidor lo modifique a su antojo y lo haga suyo. De esta manera se han celebrado festivales hermanos en ciudades de todo el mundo como México DF, Roma o Buenos Aires.
El cine documental tendrá una presencia notable este fin de semana en el certamen madrileño. Uno de los filmes protagonistas será el nuevo trabajo de Vincent Moon, director francés de videoclips e ideólogo del portal de los Take-Away Shows, miniconciertos grabados en la calle para Internet. En Madrid presentará su película Esperando el tsunami, en el que recorre los pasos del grupo de música tradicional colombiano Lulacruza. Los responsables del festival ponen a Moon como ejemplo de autor que trabaja en Creative Commons, consigue dinero a través de microfinanciación y, además, es capaz de vivir de ello. El cineasta ya lo demostró en 2010 en An Island, película documental protagonizada por la banda danesa Efterklang.
“El Creative Commons tiene que ir deshaciéndose de los tópicos. Creemos que hay capacidad de hacer negocio, y algunos proyectos mueven presupuestos importantes”, comenta Andreu Meixide, que considera necesario desmontar otros mitos que circulan sobre estas licencias. “Tampoco es cierto que solo usen Creative Commons cineastas amateurs o noveles. Ni que esta licencia signifique gratis total, sino que el autor de la obra es el que decide cómo se explota la misma”, concluye Meixide. Por ejemplo, un director puede crear un largometraje que pone a disposición del público para que lo vea de forma gratuita, pero que una cadena de televisión tendría que pagar si quiere emitirla. Gratis, sí, pero solo si no hay afán lucrativo.
En CC Mad el componente de denuncia social es importante. Y mucho. En la programación hay documentales sobre el derribo de las casas de un barrio obrero, sobre el movimiento antiglobalización o sobre un concurso de belleza de mujeres sin techo. “Sí que es verdad que mucho cine de denuncia suele ir de la mano de Creative Commons, pero es porque este tipo de cine social tiene una cierta urgencia en ser visto. Utilizan este recurso porque las vías tradicionales ralentizan la distribución. O directamente no permiten este tipo de contenidos”, afirma Meixide.
En el certamen también habrá cortometrajes, proyecciones para niños, una mesa redonda sobre el crowfunding o nuevas expresiones narrativas. Los cambios tecnológicos llevan anexos también cambios en la forma de expresarse. “De la misma manera ocurrió con la llegada del cine sonoro o con la llegada del color”, dice Meixide. De la mano de Nicolás Alcalá llegará mañana la propuesta más radical de CC Mad en este sentido. El festival presentará los primeros minutos del filme El cosmonauta, todavía en producción. No será a través de un proyector al uso, sino en varias pantallas y con la interacción en la sala de un actor de la película. Contacto directo con la audiencia, igual que lo que pretenden los autores a través de estas fórmulas alternativas.
Todavía son pocos los cineastas que recurren a esta fórmula para distribuir sus obras, aunque cada vez existan más propuestas en este sentido. Por el momento, los defensores del Creative Commons se conforma con que sus proyectos se den a conocer. El responsable de la programación del festival lo resume en una frase: “Lo que ve la gente, puede generar algo; si no lo ve nadie, no puede generar nada”.