"Culpable de los delitos de conspiración e incitación al odio de clases, de incitación a la guerra civil, a la insurrección y al cambio violento de la constitución y de la forma de gobierno". Sentencia del Tribunal fascista que condena a Antonio Gramsci a 20 años de cárcel.
Jorge Moruno en Público
"Por 20 años debemos impedir que este cerebro funcione". Estas fueron las palabras del fiscal el día que enviaban a la cárcel a uno de los mejores pensadores del siglo XX, el co-fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci, el 8 de noviembre de 1926 en la Italia de Mussolini. El intelectual nacido en un pequeño pueblo de la isla de Sardegna, criado en la pobreza, la enfermedad y la desnutrición, fue quien supo captar como la organización del proletariado no podía resumirse al economicismo y resaltó la necesidad de construir una hegemonía cultural para combatir la dominación política, que también era ideológica. Un autor de reconocida proyección internacional que al que a 75 años de su prematura muerte, vuelven a querer impedir que sus ideas, que su cerebro funcione y consiga contagiar de inteligencia, emoción y convicción a todas esas mentes y cuerpos que no se resignan ante el tedio, el gobierno del miedo y la estupidez.
Nos enteramos esta semana que la tuitera @almu_en_lucha, ha sido llamada a declarar en la Audiencia Nacional debido a unos tweets de supuesta "naturaleza violenta". Desconozco que entienden por tuits violentos, pero si como ejemplo de ello han destacado citas de Gramsci, podemos hacernos una idea del sesgo ideológico conservador que tienen por criterio. La Audiencia Nacional, heredera del Tribunal de Orden Público franquista, es un organismo jurídico especializado en aquellos delitos de crimen organizado, o que ponen en peligro la estructura del Estado y atentan contra la corona, entre otros. Algo ridículo parece a primera vista, que una persona declare en un tribunal de esta magnitud por escribir tweets. Esa citación se convierte entonces en el medio, en el mensaje que comunica a la ciudadanía como los límites de la democracia se estrechan al mismo ritmo que aumenta el austericidio al que nos conducen.
Hoy Gramsci nos enseña que el gobierno domina con un puño de hierro envuelto en un guante de seda, es decir, que el régimen gobierna no sólo a través del monopolio de la fuerza estatal, también lo hace mediante la hegemonía en el ámbito cultural y el plano ideológico. "Hacer lo que hay que hacer", "la necesidad del cambio", "austeridad" etc.. son formas de nombrar y contar una realidad que nunca es objetiva, pero que las élites la presentan como si lo fuera, haciendo uso de palabras tan amplias como ambivalentes. Construyen un relato que consigue explicar y asegurar la obediencia de los de abajo, cuando estos, se piensan a sí mismos con iguales valores y puntos de vista que utilizan los de arriba para mantener una hegemonía cultural. Cuando este relato, este guante de seda, no es capaz de asegurar y de intengrar algunas demandas ciudadanas dentro de un régimen político, aumenta el uso del puño de hierro por parte del Estado para asegurar su dominio.
El robo y el expolio tan burdo como infame que- tanto las élites europeas como las de nuestra sucursal local-, están cometiendo contra la población en beneficio de los especuladores y la acumulación financiera, resulta cada día más complicado de endulzar y cuesta convencer, cuando gradualmente son más incapaces de ejercer una dirección moral. Esta descomposición del régimen que en su propia podredumbre no asegura por causalidad un desarrollo democrático, sí que implica un gesto autista del régimen. Una crisis del consenso donde hay que batallar para romper su cerrojo construyendo también una candidatura, que ayude así, a seguir combatiendo la indeferencia y la casta que tanto despreciaba Antonio Gramsci.