La acción climática es cuestión de educación

Eduardo Robaina | Climática (suplemento de La Marea). Desde sus inicios hasta la actualidad, el término de educación ambiental ha ido evolucionado hasta ser clave en la acción climática.



El pasado martes 3 de septiembre, el PSOE daba a conocer su “propuesta abierta para un Programa Común Progresista”. El documento era resultado de los encuentros mantenidos por el Presidente del Gobierno y los ministros y ministras con representantes de la sociedad civil. La crisis climática aparecía en la segunda medida propuesta: “Revisaremos, actualizaremos y desarrollaremos el Libro Blanco de la Educación Ambiental con el objetivo de profundizar” en distintos aspectos. Pero, ¿qué es exactamente ese libro y qué es la educación ambiental?

El concepto se definió formalmente en el Congreso Internacional de Educación y Formación sobre Medio Ambiente celebrado en Moscú en 1987: «La educación ambiental es un proceso permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la determinación que les capacite para actuar, individual y colectivamente, en la resolución de los problemas ambientales presentes y futuros».

Esta propuesta pedagógica resulta desconocida para parte de la sociedad, y no suele contemplarse en las medidas de adaptación y mitigación del cambio climático. Sin embargo, con la llegada del nuevo curso escolar, las reclamaciones de docentes y especialistas se multiplican. Este año, además, con mayor aliciente: en junio se cumplieron 20 años desde que se creó el Libro Blanco de la Educación Ambiental, una especie de biblia sobre la materia dirigida a dotar a las personas interesadas del marco referencial con el que guiarse.

No obstante, han pasado dos décadas desde su publicación. Mientras la sociedad, los recursos, las herramientas y los conocimientos han evolucionado a pasos agigantados, este decálogo se ha quedado estancado en el siglo pasado. Sin cambios. Un ejemplo: en sus 109 páginas únicamente aparece la palabra cambio climático en dos ocasiones y no se hace referencia a conceptos como el calentamiento global, emisiones o mitigación – términos imprescindibles hoy día para entender la importancia de la crisis climática–. «El libro blanco no hace mención a dos aspectos que consideramos fundamentales: ecofeminismo y cambio climático», asegura Daniel Rodrigo Cano, doctor en Comunicación e integrante del movimiento EA26, nacido en las redes para “dar voz a la educación ambiental en todos los aspectos».

Más de 30 años de educación ambiental
Aunque en España la primera piedra de esta disciplina se puso en 1983, en Sitges, durante la I Jornadas de Educación Ambiental, fue en la Conferencia de Estocolmo de 1972 donde quedó patente su carácter imprescindible.

En España, tuvo su época dorada hasta el inicio de la crisis en 2008. Entonces desaparece del panorama educativo y social. “Uno de los mayores daños que se hizo fue cerrar los centros de profesorados”, comenta Rodrigo Cano, quien asegura que «antes de la crisis había 10.000 trabajadores y trabajadoras relacionados con la educación ambiental”, mientras que “ahora mismo las cifras no llegan a los 4.000. Eso evidencia lo mucho que falta por hacer». Por ello, sostiene, “cuando el docente se interesa por este tema, se encuentra un poco desamparado para buscar recursos, materiales y referentes».

En este sentido, ha sido clave desde su creación en 1987, el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), institución pública ahora dependiente del Ministerio de Transición Ecológica y adscrito al Organismo Autónomo Parques Nacionales. “En estos 30 años, ha sido nuestro centro de referencia a nivel nacional. Nos ha formado, guiado y orientado”, sostiene Sera Huertas, técnico en el Centro de Educación Ambiental de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, cuenta, “en los últimos años, han vaciado de contenido al CENEAM y le han dado la espalda, pasando a tener un papel secundario”. Una afirmación que se confirma con la memoria de actividades que publica la propia institución cada año. En ella se constata que por “problemas de infraestructuras y presupuesto” no ha podido celebrar ciertas actividades. Tampoco comprar determinados materiales, teniendo que recurrir a donaciones. A pesar de esta situación, ningún partido tiene entre sus prioridades revertir esta situación, tampoco el actual partido del Gobierno en funciones. Huertas sostiene que «la educación ambiental es aún una disciplina que a nivel social no tiene el reconocimiento que nos gustaría y por el que estamos luchando”.

La evolución del concepto de educación ambiental
En sus inicios, esta enseñanza estaba “muy vinculada al medio ambiente”, apunta Ezequiel Guerra De La Torre, profesor de la asignatura de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). “Desde la introducción del concepto de desarrollo sostenible, se incorporan nuevas perspectivas como la económica y la social”. En este sentido, Daniel Rodrigo Cano considera que «el estado de la educación ambiental en España es todavía muy pobre”, al seguir “relacionando la educación ambiental con el reciclaje, cuando eso no es ni mucho menos lo que se pretende”.

Ambos expertos coinciden en que la educación ambiental debe atajar el problema de raíz: cambiar “el modelo de consumo», puntualiza Guerra De La Torre. Según Rodrigo Cano, «la relación educación-niños/as es muy sencilla y cómoda, además de barata”, mientras que enfocar la educación hacia un público más adulto es más complicada «porque plantea el cambio de sistema”.

Una tarea, pues, que hoy día se antoja complicada. “Ahora mismo se está dejando que la educación ambiental la dirijan empresas y entidades sin ánimo de lucro que buscan la continuidad del sistema», y “existe mucho greenwashing”, indica el divulgador ambiental Daniel Rodrigo Cano. Sera Huertas explica que «la crisis económica derivó en una década terrible para la educación ambiental, ya que muchos equipamientos y programas dependían de administraciones públicas y fundaciones que dirigieron sus recortes hacia nuestro sector”.

Dos movimientos, un mismo objetivo
Las movilizaciones por el clima de jóvenes de todo el mundo han desembocado en numerosos movimientos sociales. Es el caso de Teachers For Future Spain y de EA26, entre otros. El primero, compuesto por docentes de todos los niveles, enfoca sus esfuerzos en la educación ambiental dentro de las aulas. El segundo, formado por especialistas en educación ambiental, tiene un planteamiento transversal, incidiendo en todos las edades y sectores de la población.

Si bien Teachers For Future Spain -también conocidos como Profes por el futuro- no recoge entre sus principales proclamas la actualización del Libro Blanco de la Educación Ambiental, Miriam Leirós, docente de Primaria y cabeza visible de Teachers For Future Spain, sí considera que “necesita una buena actualización”.

«Ellos se enfocan sobre todo en proyectos que tiene que ver con la renaturalización, mejorar el acercamiento del alumnado con la naturaleza», explica Sera Huertas. Un método, el de conectar con la natural, que “sirve para que desarrollen la sensibilidad», cuenta Leirós. «Por supuesto, los niños no son los que tienen que llevar la educación a las casas, pero sí que son los que muchas veces sensibilizan a los padres», expresa la profesora. Y remata: “La educación ambiental debería estar destinada a toda la sociedad, no solo a la faceta escolar. Se comenten muchos ‘delitos’ ecológicos, muchos por desconocimiento”.

Pero también son muchos los puntos en común entre estos grupos de especialistas. Uno de ellas es la inclusión de la educación ambiental de manera transversal en el currículum escolar, con formación específica del profesorado. Y no solo eso, sino que coinciden en la necesidad de que la sociedad, desde jóvenes hasta las personas adultas, sean conscientes, mediante la educación, de los desafíos que entraña las causas y consecuencias del calentamiento global.

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