Planificación didáctica: la mejor forma de entender las intenciones de quien enseña

planificacionPensar la escuela. La planificación es una de las actividades menos querida por los docentes. Paradójicamente, es el pilar de la organización cotidiana y el único espacio que tenemos para pensar realmente en lo que nos proponemos para la enseñanza. ¿Puede ser tan poco apreciado siendo esto? O en todo caso: ¿cómo llegamos a que siendo algo tan importante se la haya condenado de esta manera?

Soy de las personas que valoran mucho la planificación para todo, incluso para la vida. No voy a negar hasta una cuota de cierta “obsesión en la organización”, pero debo decir que a mí me funciona. Sé que para todos los colegas no es igual y que el valor que le dan a la anticipación de las acciones pedagógicas para muchos puede ser relativo, pero quisiera defenderlo. Claro que la planificación se ha ganado su mala prensa a costa de la larga tradición de burocracia que la ha atravesado: se ha vuelto más un objeto “para entregar”; “para que la aprueben”; “para mostrar”; que una herramienta concreta de trabajo docente.
Quienes nos dedicamos a enseñar Didáctica, a veces somos hasta acusados por los “contenidistas” de “tecnócratas” por querer sostener el valor de la planificación para la enseñanza. Sencillamente creo que se puede ver de ese modo cuando se dedica mucho espacio a su forma y a cargarla de cosas que intentan crear un especie de “efecto bola de cristal”, por el cual se supone que todo lo que aparece planificado deberá sostenerse a rajatabla o bien que lo que fue escrito es el vaticinio de lo que sucederá. Ambas posiciones me parecen sumamente cuestionables: la planificación es un documento para debatir con otros y para pensar antes de actuar, pero ni más ni menos que eso.
Me queda claro que a los docentes nos se nos reconoce laboralmente el tiempo que le dedicamos a la planificación y que ese es uno de los grandes factores por los cuales se minimiza y banaliza. Pero tampoco se trata de desvirtuarla por este hecho: en todo caso sigamos peleando para que los tiempos de planificación y evaluación sean reconocidos dentro de unas horas laborales.
La planificación nos permite entender exactamente cómo concibe la enseñanza cada docente. Si bien es cierto que “en la práctica se ve la verdad”, este ejercicio de anticipación da cuenta del enfoque didáctico y las formas en que conciben el rol de quien enseña y quien aprende. Esta mínima ventana de pensamiento previa a la acción, es la que nos da espacio para revisar lo que nos proponemos.
Siempre me llamó la atención el celo con que los docentes guardan sus planificaciones bajo cinco llaves: en vez de ser un documento de acceso público, suele morir dentro de una carpeta que sólo ven sus dueños y con suerte los equipos de conducción. ¿Por qué ese temor a “ser copiado”? ¿Por qué no compartir, recrear, circular, comunicar, etc.? Si nuestras planificaciones resultan tan buenas, ¿qué mejor que poder mostrarlas?
La pérdida de sentido del proceso de planificación nos ha llevado a un estado de reiteración en donde ciertamente olvidamos el factor fundamental: cada propuesta debe ser adaptada a los grupos reales con los que trabajamos y por lo tanto resulta intransferible de manera mecánica a otro. Entendido así, no hay riesgo de “plagio” posible y sí garantía de adaptación de cada plan a su contexto real de implementación.
En vez de poner tanta preocupación por los “formatos” y por definir qué le ponemos adentro a la planificación (que eso dependerá del estilo de cada docente) empecemos a pensar otras cuestiones relevantes.
Si recuperamos el sentido de planificar… ¿qué más nos faltaría revisar?
Otra cuestión fundamental sobre la que no observo mucho debate –por lo menos en Argentina- tiene que ver con el enfoque de la planificación. Y yo creo que es aquí a donde nos debemos una verdadera discusión, porque es donde se pone en juego la mirada didáctica con que se encara la enseñanza.
Sin bien existe literatura que aborda el tema de los proyectos, la forma en que éstos se plasman en planificaciones resulta bastante dudosa. Lejos de representar una visión basada en principios globalizadores e interdisciplinarios orientados a la producción, en base a un problema que provoque el interés de los alumnos, suelen darse simplemente como recortes decididos por el docente y derivados de las unidades didácticas, de quienes no parecen diferenciarse demasiado. Asimismo las unidades didácticas se ven muchas veces como recortes curriculares arbitrarios y que reproducen de manera textual lo que aparece en libros de texto o en el mejor de los casos en el propio diseño curricular. De creatividad, poco y nada…
La planificación se transforma así en la reproducción del discurso de otros perdiendo nuevamente todo sentido. Ya no importa si unidad didáctica o proyecto, sólo ejecutar lo que al docente le piden o lo que le resulta más sencillo de reproducir. Con la mirada puesta más en distribuir los contenidos en el año escolar que en el aprendizaje de los chicos, la planificación se reduce a hacer que “todo lo que se quiere dar entre en el tiempo”, sin importar si por el camino queda un tendal de alumnos sin aprender nada. Mientras los contenidos “se den”, las conciencias estarán tranquilas.
Este poco interés por hacer foco sobre los enfoques de la planificación se trasluce también en la confusión acerca de las formas de entender cada uno de ellos. Para algunos docentes, e incluso para ciertos diseños curriculares, planificar proyectos o unidades didácticas pareciera no presentar demasiadas diferencias.
Quisiera al menos sintetizar los principales aspectos que diferencian una planificación de un proyecto de una planificación de unidad didáctica:
  • Los proyectos son organizaciones didácticas basadas en problemas que reflejan el interés de un grupo o de una comunidad. Son interdisciplinarios por definición, porque articulan saberes de diferentes áreas para abordar el problema desde todas sus perspectivas de estudio posibles.
  • Los alumnos juegan un papel central en el diseño e implementación de los proyectos: no son meros espectadores de lo que el docente pensó para ellos sino que desarrollan juntos el plan de trabajo. La participación es un principio fundamental dentro de ellos.
  • La producción es uno de los ejes principales de los proyectos: se trata de poner manos a la obra en el desarrollo de propuestas que permitan indagar, conocer, experimentar, comunicar, etc. las temáticas que se derivan del problema seleccionado como eje del proyecto.
  • Los contenidos curriculares se abordan desde los problemas y temas planteados, buscando dotarlos de un significado y un sentido para quienes los están aprendiendo. No se dan fragmentados y aislados, sino al servicio del interés que dio origen al proyecto.
  • Buscan desarrollar la autonomía de los estudiantes en su puesta en práctica: promueven el compromiso, la colaboración y el trabajo en equipo.
  • El docente es quien guía el proceso de conocimiento, análisis, investigación, experimentación, producción, etc. y pone a disposición los materiales y recursos, colaborando en la organización y resolución de las diferentes actividades de aprendizaje.
  • Se inicia por una evaluación diagnóstica como punto de partida; luego se evalúa el proceso y las producciones finales en relación con él.
A diferencia de lo descripto, las unidades didácticas son estructuras basadas en los contenidos curriculares, cuyos procesos de selección y organización recaen estrictamente en el docente y su conocimiento de las disciplinas. Pueden ser planteadas de maneras más o menos rígidas, pero en esencia su origen, sentido y fundamento didáctico difieren sustancialmente de los proyectos.
 Reencontrarnos con la planificación
La burocratización de la planificación llevó a menospreciarla y a alejarse de ella. Tampoco ayudó su reducción a un mero listado de contenidos, en donde la única tarea relevante pareció ser cómo ubicarlos en el tiempo escolar.
Volver a valorar la planificación implica entonces generar un espacio sistemático de reflexión sobre las prácticas de enseñanza y el aprendizaje de los chicos. En la medida en que recuperemos estos espacios, será factible romper con las inercias que nos llevan a hacer siempre las cosas de la misma manera. Claro que, convengamos, no contamos con grandes espacios dentro de la vida escolar que nos permitan pensar la enseñanza. En el contexto específico de Argentina, los tiempos de planificación ni siquiera son contemplados, reconocidos y menos aún remunerados; por lo que se instituyen como una carga difícil para el docente.
Por lo tanto la reivindicación de la planificación como herramienta de trabajo viene de la mano del reclamo por el reconocimiento de los tiempos y espacios para diseñarla, evaluarla y reformularla. Si bien esta es una decisión que depende de la administración, también es necesario sostener la demanda y no dejarla morir frente a otros reclamos. A veces por cansancio, hay batallas que se han dado por perdidas y ésta sin dudas parece una de ellas.
Hay también otro punto muy importante para considerar: la planificación no debería ser un acto en solitario sino el producto de un trabajo colaborativo entre pares y con los equipos de conducción. Si somos capaces de compartir y debatir, la riqueza de nuestras ideas podrá verse potenciada por el aporte de la mirada del otro y, por qué no, por el trabajo colectivo y articulado con los colegas.
Para finalizar, me gustaría destacar algo que siempre digo a mis alumnos que serán maestros: la planificación es sin duda el momento más creativo del trabajo docente, a donde ponemos a volar nuestra imaginación y a donde pensamos todas los escenarios posibles para la enseñanza; por lo tanto es donde proyectamos los deseos y los sueños sobre todo aquello que nos proponemos en el aula. ¿Acaso podríamos conferirle tan poca relevancia a algo tan importante para nuestra tarea docente?

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