A saltar las instituciones

(este artículo está escrito a cuatro manos y dos muletas porRodillo, a.k.a@eleptric y @lajele) en Nativa

“¡Contra, contra, contra! Anti, anti, anti! No, no, no!”

Mani muy radical a la que asistieron 27 personas y un perrete.
Barcelona, Gràcia. Septiembre de 1996.

¿Os acordáis de ese cartel anarquista en el que salían un cura con lengua de serpiente, un capitalista gordo con puro y chistera y un militar con cabeza de perro y un brazalete con una esvástica?. No os acordaréis, erais muy pequeños.
La estética del anti, de señalar lo abyecto, lo que no nos gusta. Esta forma de hacer es barata, divertida y queda bien en fotocopia. Cuanto más grande es y más lejos está la cosa a la que decir que no, más fácil es de representarla. Eso sí: no intentes buscar ese cartel en internet.

“¡Levántate y ducha!”.

Un tipo con bigote y camisa hawaiana gritando desde unos altavoces que funcionan con la energía que produce su propia bicicleta.
Barcelona, Plaza del Macba. Julio de 2003


Locos maravillosos como los culture jammers y los zapatistas (entre otros muchos y muchas) nos enseñaron a robarle el fuego a los dioses y a pegarles fuego usando su propio mechero. Todo esto nos llega más o menos con el movimiento antiglobi y entra como un chorrazo de aire fresco. Empezamos a hacer carteles guapos, aprendemos a subvertir el código, a sabotear la hegemonía cultural de los medios, a hablar de tácticas y estrategias y a denunciar las cosas con humor. Empezamos a disfrutar de la protesta. Seguimos a la contra pero mucho más elegantes, más estilosos.

Como dice el ciberactivista Ricardo Domínguez: “No teníamos el hardware pero teníamos el software”. Que viene a significar que éramos unos pringados y que no teníamos nada salvo la palabra. Y con la palabra y los signos podíamos hackear muchas cosas. Cuando no se tiene el poder ni se está en el centro de la esfera mediática hay que hacer trucos y trampas todo el rato. Que a veces para tirar abajo un muro es más fácil hurgar en una pequeña grieta que darle frontalmente con la cabeza, por muy fuerte que le atices, eso aprendimos.

“Vamos despacio porque no tenemos muy claro hacia dónde vamos”.

Comisión de espiritualidad, homeopatía y ciencias ocultas. 
Madrid, Plaza del Sol. Mayo de 2011


Tanto multimedia, tanto Photoshop y de repente va y se pone de moda hacerse los carteles en casa con un rotulador y un cartón reciclado de una caja de 6 bricks de leche del Lidl. Y va la cosa y la peta. De verdad os lo digo: no entiendo nada. Eso sí, resulta evidente que seguimos sin hardware. En cuanto a software, pillamos el Twitter y lo usamos para algo que no estaba planeado. Y no hablamos de hacer chistes malos, que también.

Si habíamos empezado luchando contra los medios y después habíamos sido los medios, el paso siguiente era meterse directamente en los platós de Tele 5 a dar la brasa. La PAH nos enseñó, entre otras mil cosas, que hackear la Pronto era ser hegemonía.

El 15M constata el fin de un periodo. Constata que somos muchos y muchas. Que la ventaja de ser pobres es que éramos más y podíamos hacer manifestaciones muy grandes. Y que sin embargo no era suficiente. Constata que el sistema estaba en crisis pero no tanto como para dejarse caer. Tampoco era suficiente. Había que probar otras estrategias.


“Si somos capaces de transformar una ciudad deberíamos tener el poder de imaginar una buena campaña”.

Politólogo experto en Medios de Comunicación.
Consejo ciudadano de “Más M no, que luego me dicen que hablo mucho”. Abril de 2014


El siguiente paso en este proceso surge —paradójicamente— de José Antonio Bermúdez de Castro portavoz adjunto del PP en el Congreso, quien pide al 15M que forme un partido y se presente a las elecciones ya que, “si dicen que representan al pueblo, la mejor manera de hacerlo es conseguirlo con votos”. Ay, pollito, la que has liao…

Y es entonces, al querer jugar en su liga, cuando se nos desdibuja la palabra. Por el camino perdemos el foco, la audacia y lo que es peor: la alegría. ¿Qué ha pasado? Que estamos en un lugar extraño y que lleva años lleno de mierda, sí. Y que hemos de hablar desde una identidad tremendamente solemne: un partido, nada menos. Cientos de años de democracia parlamentaria nos miran con gesto adusto. ¿Cómo lo hacemos? ¿Y a quién? Pues ahí está la clave, se ha de hablar a la gente normal, nuestro animal mitológico favorito ever. Como si la normalidad fuera algo homogéneo, estanco y cerrado. Como si la normalidad fuera tímida, mojigata y bienpensante.

De repente nos entra el miedo y empezamos a reproducir e imitar los códigos de partido de señor mayor, el de toda la vida, lo que se viene entendiendo como una campaña política. Que no se nos asuste nadie. Una cara y un eslogan al lado será más que suficiente. O un vídeo así con cosas bonitas, cosas que le gusten a todo el mundo. Qué sé yo… bicis, palomas, niños, atardeceres. Imágenes ralentizadas y mucha emoción. Sentimiento. Lo que en el mundillo se llama hacer un Garci. Pero coño, a Garci le sueltan un pastizal para hacer esas mierdas. Que entre que no es tu lenguaje y que tienes cuatro chavos al final, quieras que no, la cosa se resiente. Como cuando te pones un traje para ir a una boda, que te piensas que todo el mundo nota que es un disfraz. Tú el primero.

Ese miedo tan bestia que hace que para representar a la gente no se nos ocurra otra cosa que poner imágenes de GENTE. Hola, somos la gente. Qué pasa, qué tal? Nada, bien, aquí. Miedo a cualquier cosa que suene muy salvaje. Como si la gente no estuviera curada de espanto. Ojo, que no se nos quede todo en agua de borrajas. Que si la gente está pidiendo radicalidad democrática lo mismo está preparada para una cierta complejidad en el mensaje. O al menos para un mensaje menos monolítico, más plural, más diverso.

Hay un montón de buena gente currando muy fuerte en todo esto, a pulmón y con mucho cariño. Picando piedra en un sitio muy incómodo, sin apenas visibilidad ni contrapartidas. Respeto absoluto. Esto no es una crítica, es un deseo.

Seamos valientes. Para ser centralidad no hay que reproducir un imaginario mainstream de hace 10 o 20 años, ese pasado mítico que nunca existió. Tenemos que crearlo nosotros y podemos hacerlo como queramos, como si no estuvieran nuestros padres. Imaginemos que el asalto municipalista es como una palabra o como un software y que, por tanto, nos las podemos reapropiar y hackear. Que la gente normal es de todo menos normal y sobre todo es inteligente.

Hace falta perderle el miedo a las instituciones, sí, pero también perderle un poco el respeto, porque lo que queremos es que primero esas instituciones nos respeten a nosotros. Por eso no basta con asaltar las instituciones sino que se hace necesario ponerlas patas arriba, o corremos el riesgo de idealizarlas en ese intento de recuperación.

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