“Animales”, “Humanos”, “Mujeres” y Otras Ficciones

Iván Darío Ávila Gaitán en AntroposModerno

“Si nos tomamos en serio la Liberación Animal, debemos trabajar por la liberación de todos los animales, los humanos y los no-humanos. Si nos tomamos en serio el feminismo, debemos rechazar el especismo tanto como rechazamos el sexismo”.
Pattrice Jones 

“Ni el lenguaje, ni el uso de herramientas, ni el comportamiento social, ni los acontecimientos mentales logran establecer la separación entre lo humano y lo animal de manera convincente. Mucha gente ya no siente la necesidad de tal separación. Más aún, bastantes ramas de la cultura feminista afirman el placer de conectar lo humano con otras criaturas vivientes. Los movimientos de defensa de los derechos de los animales no son negaciones irracionales de la unicidad humana, sino un reconocimiento claro de la conexión a través de la desacreditada ruptura entre la naturaleza y la cultura”. 
Donna Haraway 

“¿Por qué la diferencia se convierte en desigualdad?”
Dolors Comas D’Argemir 



Donna Haraway empieza su Manifiesto para cyborgs advirtiendo que el texto constituye un esfuerzo blasfematorio. Espero que éste ensayo también lo sea, y no es para menos, hablar de especismo con la misma fuerza con que hablamos de sexismo o racismo puede resultar herético para muchas personas. Como “buen anarquista” aspiro a difundir el virus creador del disenso. Así pues, en lo que sigue intentaré acercar las experiencias teórico-prácticas (aunque “lo teórico” ya constituye una forma de praxis) de apuestas ético-políticas feministas y, en general, de género, con apuestas asociadas a los movimientos animalistas —haciendo énfasis en la postura abolicionista de la corriente denominada Liberación Animal a la cual me “suscribo”. 

Antes de ofrecer un panorama breve acerca de lo que deseo desarrollar aquí, me gustaría excusarme por mi ignorancia en torno a “avances” realizados con respecto a diversos temas, me refiero sobre todo a conocimientos que se encuentran fuera de la academia, conocimientos sistemática y sistémicamente despreciados bajo la etiqueta de “tradicionales” o “populares” (pero muchas veces apropiados y patentados con avidez o presentados como novedades en círculos de intelectuales “iluminados”). Igualmente, en ese sentido, mucho de lo que voy a expresar ha sido dicho (gritado —y maullado, relinchado, mugido, ladrado,…) por seres a quienes se les niega (estructuralmente) la voz.

En un primer momento recogeré elementos relativos al feminismo(s) y al movimiento de Liberación Animal con el objetivo de clarificar conceptos y categorías relevantes. Con esto me propongo también tener cierto bagaje para proponer lo que llamaré Máquina de Jerarquización Patriarcal Heterocentrada y Máquina de Jerarquización Especista Antropocéntrica. Luego exploraré las conexiones entre ambas máquinas y finalizaré con algunas reflexiones. 

La Máquina de Jerarquización Patriarcal Heterocentrada: una breve historia 


Para Giulia Colaizzi el feminismo ha implicado una crítica radical a toda una tradición de pensamiento y de poder establecido, según ella: “fin y resultado de las prácticas feministas de los últimos años ha sido una revisión epistemológica a los presupuestos de la Razón occidental. Dicha revisión ha sido articulada a través de una doble operación que ha tratado de genderize —marcar sexualmente— la noción de sujeto para historizarla. (…) Marcar sexualmente puede ser entendido como parte de la historización de la noción de Hombre, una noción inaugurada con el cogito cartesiano que ha llegado a ser parte integrante de la tradición humanística occidental. (…) Al enfrentarse a este Sujeto como sexualmente marcado, es decir, al mostrar cómo el Hombre ha coincidido de hecho con los “hombres”, sujetos físicamente masculinos, la teoría crítica feminista ha puesto en cuestión la voluntad de universalidad y totalidad implícita en dicha concepción de Sujeto. Al mismo tiempo, al deslegitimar la pretensión que dicho Hombre asumía de hablar en nombre de la “Humanidad”, así como de dar cuenta de ella, la crítica feminista ha desafiado su autonomía y pulverizado su coherencia”5) . 

La ardua empresa de marcar sexualmente la noción de sujeto ha conducido no solo a repensar la forma en que conocemos, y por en ende el conocimiento mismo, sino también a visibilizar la naturaleza recíproca de género y sociedad, o lo que es igual: la transversalidad del género en las relaciones sociales. Joan W. Scott nos habla de cómo, por ejemplo, las cuestiones ligadas a la autoridad colectiva (denominadas “políticas” por antonomasia) asumen, interiorizan y reproducen ideas (binarias y jerárquicas) de “lo masculino” y “lo femenino”, y de las relaciones entre “hombres” y “mujeres”; para la autora: “las relaciones de poder entre naciones y el estatus de los sujetos coloniales se han hecho comprensibles (y de este modo legitimados) en términos de relaciones entre varón y hembra. La legitimación de la guerra —de derrochar vidas jóvenes para proteger al Estado— ha adoptado diversas formas de llamadas explícitas a los hombres (a la necesidad de defender a las por otra parte vulnerables mujeres y niños), a la confianza implícita en el deber de los hijos de servir a su dirigentes y a su (padre el) rey, y de asociaciones entre la masculinidad y la firmeza nacional”6) . Recordemos el “sea varón y quédese a discutir de frente” exclamado a inicios del 2010 por el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez a su homólogo venezolano Hugo Chávez 7). 



Si bien para Scott hablar de género lleva a una realidad cultural inmensa en donde los campos simbólicos de “lo masculino” y “lo femenino” (y sus relaciones jerárquicas) lo permean todo, ella misma tiende a emplear el concepto de “sexo” como si éste fuese natural. El “sexo” remitiría a las diferencias biológicas entre cuerpos masculinos y cuerpos femeninos y el género a fenómenos netamente culturales, históricos y, por ende, finitos y variables. Aquella consideración del “sexo” ha sido profundamente cuestionada desde diferentes frentes: se han hallado culturas en donde existen más de dos sexos socialmente aceptados, el trabajo de Michel Foucault ha dado cuenta de los discursos que construyen lo relativo a la sexualidad y lo que se considera “natural” en una época dada, la bióloga feminista Anne Fausto-Sterling 8) nos habla de cuerpos intersexuales sometidos a operaciones quirúrgicas con el único objetivo de que se ajusten al binarismo hegemónico (también llama la atención sobre la cantidad de aspectos físicos —hormonales, genéticos, anatómicos, etc.— que se encuentran en múltiples grados en diferentes cuerpos antes que delimitando dos unidades con características plenamente identificables). Y la lista de objeciones continúa. 

Gabriela Castellanos Llanos retoma lo anterior y define al género como “el sistema de saberes, discursos, prácticas sociales y relaciones de poder que dan contenido específico al cuerpo sexuado, a la sexualidad y a las diferencias físicas, socioeconómicas, culturales y políticas entre los sexos en una época y en un contexto determinados. Vemos así que toda la constelación de elementos que hoy se llaman “sexualidad”, desde las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres hasta sus relaciones afectivas, pasando por su orientación sexual, estarían en parte contenidos en la categoría de género” 9). 

Una vez entendido el género como sistema, y sabiendo lo que implica, vale la pena situarlo para manifestar que el sistema de género cuestionado, combatido, por los feminismos ha sido el occidental; no porque no existan otros sistemas de género sino porque las lógicas occidentales dominantes se han expandido física (vía colonialismo) e ideológicamente alrededor del globo. Dicho sistema se caracteriza por una exclusión sistemática de las mujeres de los “asuntos públicos”, por su falta de control sobre sus cuerpos y su reducción a los roles reproductivos y domésticos, por la comprensión de “lo femenino” como débil y vulnerable y “lo masculino” como fuerte y protector, por el trato de las mujeres como propiedades con quienes se “trafica”, por el discurso que instaura el dimorfismo sexual como natural (la existencia de dos sexos claramente reconocibles) y por la heterosexualidad obligatoria en tanto régimen que enarbola la “complementariedad” de los géneros (y sus relaciones jerárquicas) en múltiples relaciones sociales (no solo en lo relativo al deseo). 

Sin embargo es necesario comprender que el sistema de género no se debe aislar de otro tipo de categorías de subordinación/exclusión como raza/racialización, clase socioeconómica, edad, etcétera. Los feminismos del “Tercer Mundo”, El Black Feminism y otras corrientes que hablan desde posiciones doble, triple o cuádruplemente subalternas (entiéndase subalternizadas) pusieron de manifiesto tales realidades. Debido a ello María Lugones lanza su propuesta del Sistema Moderno/Colonial de Género, se trata de una apuesta por aprehender la forma en que diferentes opresiones se intersectan (la herramienta teórico-política de la interseccionalidad es uno de los legados más potentes del Black Feminism) tras la conquista y colonización de “América”. Lugones afirma que la colonización —y el proceso de colonialidad 10) — transformaron el conjunto de relaciones de muchas comunidades nativas no marcadas sexualmente o, como dice ella, no-engenerizadas; las ahora “mujeres” y los ahora “hombres” “indígenas” colonizadas y colonizados empezaron a ser envueltos por el sistema de género occidental pero desigualmente. En palabras de la autora: 



“También es parte de su historia, que en el Occidente, solo las mujeres burguesas blancas han sido contadas como mujeres. (…) Las hembras no-blancas eran consideradas animales en el sentido profundo de ser seres “sin género”, marcadas sexualmente como hembras, pero sin las características de la feminidad. Las hembras racializadas como seres inferiores pasaron de ser concebidas como animales a ser concebidas como símiles de mujer en tantas versiones de “mujer” como fueron necesarias para los procesos del capitalismo eurocentrado global”11) . 

Así pues, la mujeres no-blancas comenzaron a ser estereotipadas de tal manera que se distanciaban de “la feminidad” relativa a la mujer blanca burguesa europea. Aquellas pasaron a ser vistas dependiendo del caso como, por ejemplo, sexualmente insaciables, aptas por naturaleza para trabajos duros, etcétera. Estereotipos que permanecen fuertemente arraigados en la actualidad. 

Pero, después de todo eso, ¿por qué hablar de una Máquina de Jerarquización Patriarcal Heterocentrada? La respuesta es de carácter ético-político. Decido hablar de Máquina de Jerarquización como equivalente a Sistema de Género Occidental pero con una puntualización: el concepto de máquina revela la fluidez de un conjunto de elementos articulados más o menos estables, la máquina no tiene la rigidez de “la estructura” ni desaparece a lxs sujetxs que la componen (lo que tiende a suceder con el “sistema”), antes bien, depende de ellxs, y se acopla con otras máquinas para dar resultados “inesperados” (con máquinas que trabajan sobre la “raza” o la “clase socioeconómica” por ejemplo, como vimos con Lugones). 

Es patriarcal en el sentido de hacer visible que son los “hombres” —como construcciones sociales— quienes mejor salen beneficiados de su funcionamiento pues están en una posición de dominación (no en referencia obligada al “padre” o algo similar, tampoco quiere decir que los “hombres” no puedan estar en posiciones subalternas al mismo tiempo con respecto a otras máquinas). Finalmente, heterocentrada en tanto el dimorfismo sexual y la heterosexualidad que de aquel, en parte, se desprende (sin dimorfismo no sería posible distinguir entre homosexualidad/heterosexualidad) ocupan un lugar constitutivo y hoy, en bastantes sentidos y contextos, no sólo obligatorio sino que, diría yo, despótico. 



La Máquina de Jerarquización Especista Antropocéntrica… Otra breve historia


Tanto las perspectivas y reivindicaciones feministas y, en general, de género, como los movimientos animalistas han brillado a partir de la segunda mitad del siglo XX. El auge estuvo acompañado de una revolución epistemológica (recordemos a Giulia Colaizzi) que coincide con críticas al Sujeto y la Historia unívocos, a la Razón universal, los metarrelatos y el antropocentrismo occidentales. Los movimientos animalistas, reconocidos asimismo bajo la simplificación “movimiento de defensa de los animales”, están constituidos al igual que el feminismo por corrientes a veces contrapuestas. Una de éstas, la llamada Liberación Animal (en adelante LA), viene posicionando un discurso abolicionista que reclama el fin de toda forma de esclavitud y explotación animal (humana y no-humana), para tal efecto se basa en teorías éticas sensocéntricas, ecocéntricas y/o biocéntricas incorporando reflexiones filosóficas y conocimientos de disciplinas como la etología, el derecho, la sociobiología, la sociología, entre otras. De hecho existen centros transdisciplinarios de estudios animalistas y otros tantos dedicados a explorar la relación “humano/animal”12) . 

La LA no está exenta de contradicciones y discusiones internas: una de las divisiones más fuertes se marca entre activistas pro “derechos de los animales” y activistas abolicionistas “antiestatistas”. No obstante las diferencias, la LA arremete contra la construcción de la superioridad humana y la división entre “lo humano” y “lo animal”, por eso hace referencia a animales-no-humanos, animales no-humanos o sencillamente “otros animales”. Un concepto clave a tener en cuenta aquí es el de especismo, término introducido en 1970 por Richard Ryder (speciesism) “para dar cuenta de la clase de actitud mantenida de modo general hacia los animales no humanos, al privar a sus intereses de la consideración ecuánime que a los de los seres humanos se considera comúnmente justo dar”13) . 

Cabe añadir que el especismo —como el racismo o el sexismo— adopta varias caras, así pues, el descrito por Ryder se trata técnicamente de un caso de especismo antropocéntrico pues, a grandes rasgos, “si los intereses de dos individuos tienen el mismo peso y priorizamos los de uno de ellos únicamente en función de su especie, estaremos siendo especistas”14) . Es decir, si le otorgamos mayor prioridad a un perro que a una vaca porque pertenecen a especies distintas estaríamos incurriendo en prácticas especistas “Colonialidad” remite a los terrenos profundos de la subjetividad y, por ende, a la reconfiguración de las relaciones sociales vía interiorización del poder. 
Lugones, María. Colonialidad y Género. En: Tabula Rasa, Revista de Humanidades No. 9, julio-diciembre 2008. Pág. 94. . Sin embargo, como afirma Oscar Horta 15) , muchas formas especistas suelen ser antropocentrismo extendido. 

La categoría especie es tan poderosa como la de género en varios sentidos, si afirmábamos la transversalidad del género en las relaciones sociales lo mismo podemos decir con relación a la especie: recordemos que cuando se habla, por ejemplo, de gobernantes y gobernados (en el sentido tradicional de la política) se suelen hacer paralelos no solo con el padre que administra su hogar —a su esposa e hijxs— sino, sobre todo, con el pastor y su rebaño de ovejas, Jean Jacques Rosseau en un apartado de El Contrato Social anota: “como un pastor es de superior naturaleza a la de su rebaño, los pastores de hombres, es decir, los jefes, son igualmente de naturaleza superior a sus pueblos. Así razonaba de acuerdo con Filón, el emperador Calígula, concluyendo, por analogía, que los reyes eran dioses o que los hombres eran bestias. El argumento de Calígula corresponde al de Hobbes y Crocio. Aristóteles, antes que ellos, había dicho también que los hombres no son naturalmente iguales, pues unos nacen para la esclavitud y otros para la dominación”16) . Como observamos, las relaciones sociales están especificadas y no solo engenerizadas, racializadas, etarizadas o atravesadas por la clase socioeconómica. 



La especificación (y el especismo antropocéntrico) de las relaciones sociales puede ser percibida en el uso cotidiano del lenguaje (el cual se encuentra marcado sexualmente también), se suele describir peyorativamente a “mujeres” como “perras”, “zorras”, “vacas”, “víboras”, “arpías”, etcétera. No es casual que en el Génesis de la Biblia una “mujer” y una “serpiente” hayan tenido la culpa de “la caída del hombre”. 

Al igual que pasa con el género, es erróneo adoptar una base “natural” (en el caso del género el “sexo”) que delimite esencialmente a las diferentes especies, lo que hay es, antes bien, un continuo evolutivo. La especie es una ficción que, siguiendo a Daniel Elstein y Roger Yates17) , se llena de contenido dependiendo del contexto sociocultural y de las relaciones de poder en juego. Es por esto que Ana Cristina Ramírez apunta lo siguiente: “lo poco que firmemente asentaré aquí es pertinente en la medida en que reconozcamos el estado actual de la cuestión en torno a la singularidad de la “especie humana”: no sabemos en qué consiste, no contamos con un parámetro que nos permita incluir exclusivamente a tod@s l@s así humanamente gestad@s, nacid@s y por nacer, viv@s y extint@s, y que este mismo parámetro excluya por completo a los otros antropoides. Si no partimos del reconocimiento de esta perplejidad, ni si quiera notaremos algún problema en declarar que los derechos humanos son para humanos en tanto humanos y que se fundamentan en la fusión de la dignidad de la persona humana con la unidad de la especie humana, cuando por la primera se entiende la distinción y superioridad humana frente al resto de animales” (sic.)18) . 

La naturalización de las especies, el dimorfismo sexual y los roles de dominación/subordinación residen en lo profundo del pensamiento occidental, volviendo al Génesis: “luego dijo Dios: produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las



aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”19) . 

Con lo anterior en mente, la Máquina de Jerarquización Especista Antropocéntrica (en adelante MJEA) ligada al pensamiento occidental tiene características similares a las de la Máquina de Jerarquización Patriarcal Heterocentrada (en adelante MJPH), pero a diferencia de ésta sitúa en una posición de dominación a los “seres humanos” y al campo simbólico de “lo humano” socialmente construidos. La MJEA también se vale de saberes, discursos, prácticas sociales y relaciones de poder que clasifican y le dan contenido a diferentes cuerpos y, a su vez, a otras relaciones sociales (políticas, económicas, de género, etc.). Por último, es inherente a la MJEA el binarismo “humano/animal”, sea por medio de la negación directa de la “animalidad” en “humanos” o vía aceptación de la trascendencia de “lo humano” con respecto a “lo animal”. En esta última vía el “ser humano” se percibe, en principio, como un “animal” pero, al tiempo, como algo superior a un “animal” —dadas determinadas capacidades— lo que le posibilita negar, despreciar, “olvidar” por completo su “animalidad” inicial. 

La Máquina de Jerarquización Patriarcal Heterocentrada y La Máquina de Jerarquización Especista Antropocéntrica: (otras) intersecciones y analogías


Quiero insistir de nuevo en el siguiente asunto. Según Monique Wittig “los amos explican y justifican las divisiones que han creado como el resultado de diferencias naturales. Los esclavos, cuando se rebelan y comienzan a luchar, interpretan como oposiciones sociales esas presuntas diferencias naturales”20) . Para Dolors Comas D’Argemir “la sexualidad y los modelos de procreación proporcionan el lenguaje de la biología para explicar las diferencias entre mujeres y hombres, naturalizan las diferencias; de ahí el poder de este conjunto de ideas y nociones”21) . Es bien sabido que la ciencia desde que Darwin irrumpió en escena no ha negado en sentido estricto la “animalidad” del “ser humano”, no obstante ha producido una miríada interminable de discursos naturalizadores/legitimadores de la instrumentalización de animales-no-humanos y la posición dominante (de superioridad) del “ser humano”.

Disciplinas como la zootecnia que se definen popularmente como “el conjunto de técnicas para el mejor aprovechamiento de los animales domésticos y silvestres que son útiles al hombre y cuya finalidad es la obtención del máximo rendimiento”22) dan sobrada cuenta de lo que intento decir. ¡¡El concepto de biopolítica de Foucault se queda corto!! La bio(zoo)política podría ser un “arte” tan antiguo como el especismo. Otros discursos recalcan la imprescindible necesidad de consumir carnes y lácteos, por lo general se nos



olvida que la alimentación no es solo una cuestión “natural” sino, también, sociocultural: “en el siglo XX, el discurso científico pregonó y dio como un hecho que el consumo de carne desde el comienzo de la especie humana fue primordial, por ser una fuente de proteínas muy importante (…) y la idea de que fue definitivo en la evolución humana primó por décadas”23). 

Así pues, la alimentación está tan especificada como engenerizada, Alberto G. Flórez-Malagón señala que “el estereotipo general que se desarrolló por canales culturales en casi todo Occidente, en especial durante el siglo XX, indica que: La carne es fuerza. La carne es poder. La carne es vida. Es el rey (sic) de las comidas. Nos da poder, incrementa nuestra potencia, añade filo a nuestra agresión, calienta nuestra pasión, aumenta nuestra sexualidad, y vuelve a los hombres machos”24) . Carol J. Adams ha acuñado el término “política sexual de la carne” para referirse a la relación entre género, poder (masculino) y consumo de carne bovina, de hecho la “mujer-carne” a quien los hombres se “comen”, según el lenguaje coloquial en Colombia, hace eco de esto. 

A veces resulta sorprendente la desatención de muchas teóricas feministas a la comprensión engenerizada de los animales-no-humanos. Por lo general no se cuestionan las dicotomías “macho/hembra” en ese terreno y se dan por naturales sus relaciones, pero las formas de opresión se intersectan y esa actitud —a menudo inocente pero no por ello excusable— acarrea el reforzamiento de estereotipos en humanos y no-humanos. Las experimentaciones científicas realizadas con diferentes animales-no-humanos tienen un sustento común en la presuposición del dimorfismo sexual y de la “heterosexualidad” cuando, en realidad, la “heterosexualidad” no constituye la norma en el “reino animal”: según observaciones cerca de 1500 especies sostienen relaciones (sexuales y no) “homosexuales” y “bisexuales”. Leones, libélulas, jirafas, elefantes, hienas, delfines, simios, bisontes, parásitos intestinales, y un interminable etcétera están en la lista. 

El mismo dimorfismo sexual tiene complicaciones serias para ser conceptualizado pero lxs investigadorxs han hecho esfuerzos ingentes por verlo allí donde no existe, lo cierto es que las experimentaciones tienden a proyectar sus resultados y ser aplicados (refinadamente) a “humanos”. Después de esto no puede consistir más que en un chiste de mal gusto oponerse a la “homosexualidad” por “antinatural”. Donna Haraway (filósofa feminista pero también bióloga) recientemente escribe en su “The companion species manifiesto”25) que los seres solo existen en relación, declara continuidades ontológicas antes que barreras infranqueables que delimiten las especies, a su entender, debemos reinterpretar el conjunto de relaciones interespecíficas centrando la atención en el intercambio simbólico y material conectado con procesos de coevolución en los cuales la naturaleza y la cultura se convierten en indistinguibles, de ahí el término “naturocultura” empleado por ella. 

Anne Fausto-Sterling aporta críticas similares pero ninguna de ellas deriva en posicionamientos abolicionistas antiespecistas, solo —como Haraway— en actitudes “bienestaristas”, de mejoramiento de las condiciones de vida (entiéndase condiciones de explotación y subordinación) de los demás animales. Como hemos visto, la única razón por la cual se explicaría la negativa a la abolición radica en el voluntarismo de no atreverse a extender reflexiones y consideraciones éticas profundas a los animales-no-humanos (y por lo tanto a no abandonar los privilegios propios de la “superioridad humana”… Así se hable de sujetxs “posthumanistas” cyrbogs (Haraway) la actitud final puede ser catalogada de propiamente, arrogantemente, “humana”). 



Otro aspecto fundamental tanto de la MJPH como de la MJEA es el rol de las tecnologías de poder, aunque algo ya he mencionado o se puede inferir quisiera complementar. Teresa de Lauretis asevera que “la construcción del género se da hoy a través de las diferentes tecnologías de género (por ejemplo, el cine) y discursos institucionales (la teoría) con poder para controlar el campo del significado social y, por tanto, para producir, promover e “implantar” representaciones de género”26). La autora trae a colación un ejemplo sencillo para ilustrar la situación: “la mayoría de nosotras —las mujeres, esto no se aplica para los hombres— probablemente marcamos la casilla de la F en lugar de la M cuando llenamos un formulario. Difícilmente se nos ocurriría marcar la M. (…) Ya que desde el primer momento en que marcamos la casilla de la F en el formulario, hemos ingresado oficialmente al sistema sexo-género, a las relaciones sociales de género, y hemos sido gener-adas como mujeres; es decir, no solo los demás nos consideran del sexo femenino, sino que también nosotras, desde ese momento, nos hemos representado como mujeres”27) .

Difícilmente tendremos que marcar en formularios H de “humano” o A de “animal”, pese a esto las tecnologías de la especie invaden nuestras vidas y se ubican en lugares para nada “exóticos”. Las siguientes imágenes extraídas del sitio web www.todossomosanimales.org expresan la manera en que se representa a los miembros de “nuestra especie” (por tanto hay producción de autorrepresentaciones que remiten a la supuesta “esencia” de “lo humano”) y a los “lugares naturales” de “los animales” en libros de escuela, también entran a jugar claros elementos de racialización y engenerización: 

Existen otro tipo de interacciones mucho más directas entre ambas máquinas de jerarquización, Pattrice Jones a propósito de las granjas industriales habla de: 

“La leche

La leche puede ser definida como la explotación de las capacidades reproductivas de la vaca para producir ganancias a la industria lechera. Las vacas son preñadas a la fuerza y de forma repetida para que sus cuerpos produzcan leche destinada a sustentar a sus terneros. Entonces se les roba la leche y los terneros. Las vacas sufren fuertes dolencias físicas, tales como la mastitis, así como el dolor emocional de que sus hijos y su libertad les hayan sido arrancados. Mientras tanto, los productos lácteos (…) están relacionados también con el cáncer de pecho en las mujeres. (…)

Violación

Una de cada tres mujeres es asaltada sexualmente a lo largo de su vida — una de cada cuatro antes de alcanzar los 18 años de edad. Los expertos coinciden en que la violación está relacionada con el poder, no con el sexo. La violación se basa en la idea de que mujeres y niños son objetos que se pueden utilizar para obtener placer propio, sin prestar atención a sus deseos o experiencias subjetivas. La misma actitud subyace a las prácticas abusivas hacia los animales, desde los circos a la ganadería industrial. Los animales también son violados, a veces por el placer del violador humano masculino, pero más a menudo para controlar su reproducción para que las empresas obtengan el placer de las ganancias.

(…)

Los huevos

¿Puede cualquiera de nosotros imaginarse la vida de gallinas en batería —¡aves! — amontonadas en jaulas sin suficiente espacio para levantar el vuelo o acostarse cómodamente... incapaces de anidar (…) o de poner huevos en la intimidad? Se les queman las puntas de los picos para que no se picoteen a sí mismas o entre ellas hasta la muerte, presas de la frustración y la infelicidad. ¿Y por qué? Para que las compañías puedan sacar provecho de sus sistemas reproductores: sus preciados huevos. El control de la reproducción es una de las bases tanto del especismo como del sexismo.” 
Jones, Pattrice. Especismo & Sexismo ¿cuál es la conexión? Tomado el 16 de noviembre de 2010 del sitio web “RespuestasVeganas.Org”. Disponible en: http://www.respuestasveganas.org/2010/08/especismo-sexismo-cual-es-la-conexion.html


De binarismos y otros demonios


Los binarismos “animal/humano” y “hombre/mujer” en principio pueden parecer alejados el uno del otro, aunque ya he descrito muchas de sus articulaciones por medio de las máquinas de jerarquización correspondientes. Ahora me interesa ubicar una relación más profunda: ambos se enmarcan dentro del binarismo “naturaleza/cultura” inherente a la Máquina de Jerarquización Antropocéntrica Occidental sobre la cual no me detendré (basta decir, por ahora, que ésta máquina instaura al “ser humano” como amo incuestionable de su medio, de sus topos, es ésta máquina en funcionamiento orgánico con las otras —sobresalen aquí también la Máquina de Jerarquización Capitalista y la Máquina de Jerarquización Estatal— la culpable del deterioro medioambiental que vivimos, pues ha pretendido dominar desde nuestro “hábitat” más inmediato, el cuerpo, hasta uno de los más amplios, el planeta entero… Amenazando —ignórate de su real pequeñez— al Universo, jugando a ser el Dios antropomorfo que en repetidas ocasiones se ha inventado para legitimar la tiranía).

Para Sherry B. Ortner y Harriet Whitehead 28) existe una tendencia a asociar “lo masculino” con “la cultura” y “lo femenino” a “la naturaleza”. Por otro lado, Dolors Comas D’Argemir retomando a la misma Ortner y a Michelle Rosaldo dice: 

“Sherry Ortner y Michelle Rosaldo coinciden, (…) cada una propone un par de categorías dicotómicas que expresan la oposición asimétrica entre los sexos. Son las conocidas dicotomías naturaleza/cultura y doméstico/público, que durante años influirán en las investigaciones sobre estos temas.

La oposición naturaleza/cultura se inspira en el estructuralismo lévi-straussiano. Ortner argumenta que la subordinación femenina se debe a que de forma universal las mujeres se asocian simbólicamente con la naturaleza y los hombres con la cultura. No es que esto sea realmente así, sino que es la manera de percibirlo, pues lo que se pone en juego en la asimetría sexual son ideas y sistemas simbólicos. Todas las culturas establecen, según Ortner, una distinción entre el mundo natural y la sociedad humana. Insiste en que esta distinción puede concretarse de forma muy variable, pero su importancia radica en que la naturaleza es transformada por la cultura. Mediante la tecnología y el pensamiento los seres humanos tratan de dominar la naturaleza, de donde obtienen su subsistencia. La naturaleza se considera inferior a la cultura porque es sometida por ella. Las mujeres se consideran más próximas a la naturaleza debido a sus funciones procreadoras, siendo estas mismas funciones las que, a su vez, confinan a las mujeres al contexto doméstico y les asignan actividades compatibles con él”29) .



Ortner tiene sin duda la virtud de vislumbrar la conexión entre binarismos pero incurre en dos errores fatales, por un lado, la voluntad universalista (ilustra bien la situación del Occidente hegemónico en expansión pero no es acertado afirmar que tales elementos son transversales a todas las culturas), y por el otro, deja sin cuestionar, intacta, la dicotomía naturaleza/cultura, más aún, pareciera inevitable que “la naturaleza” tuviera que ser dominada por “la cultura” para que “la especie” pueda subsistir, no entabla distinción entre transformación y dominación ¡como si toda transformación implicara dominación! Lynda Birke 30) encuentra una tensión similar en muchas corrientes feministas pues en la lucha de las “mujeres” por negar su confinamiento al ámbito de “la naturaleza” quisieron ser reconocidas como plenamente humanas, esto implica —lo he tratado de mostrar a lo largo del texto— afirmar su predominancia sobre “los animales”. Lo propiamente “humano” está asociado con “lo masculino” y “lo cultural”, mientras que “lo animal” está asociado con lo instintivo, con “lo natural”, al igual que “lo femenino”; criticar una dicotomía sin tener en cuenta su ligazón a las otras resulta peligroso y fútil en el sentido de que unos binarismos se alimentan de otros, unas máquinas de jerarquización de otras. 

Para concluir, Audre Lorde se equivocaba cuando decía que la lucha de las “mujeres”, las personas “negras”, la “gente de la clase trabajadora” y del “Tercer Mundo”, entre otras, debía ser una lucha por la real “humanización” de grandes grupos; pero tenía razón en una cosa: “el futuro de la Tierra puede depender de la capacidad de las mujeres para identificar y desarrollar nuevas definiciones del poder y nuevos modelos de relación entre las diferencias. Las viejas definiciones no han sido beneficiosas para nosotras ni para la tierra que nos sustenta. (…) Pues llevamos incorporadas las viejas pautas que nos marcan unas expectativas y unas formas de respuesta, las viejas estructuras de opresión, y todo esto tendremos que modificarlo a la vez que modificamos las condiciones de vida que son consecuencia de dichas estructuras. Pues las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo”31) . He tratado de mantenerme “fiel” a esas palabras. 



Bibliografía


• Agamben, Giorgio. Lo abierto: el hombre y el animal. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires. 2006. 

• Birke, Lynda. Explorando los límites: feminismo, animales y ciencia (traducción de Ana María Aboglio). Revisado el 16 de noviembre de 2010 en el sitio web “Ánima”. Disponible en: http://www.anima.org.ar/liberacion/escribiente/explorando-los-limites.pdf

• Colaizzi, Giulia (Ed.). Feminismo y teoría del discurso. Ediciones Cátedra. Madrid. 1990.

• Comas D’Argemir, Dolors. Trabajo, Género, Cultura: la construcción de desigualdades entre hombres y mujeres. Icaria Institut Catalá de Antropología. Barcelona. 1995.

• Fausto-Sterling, Anne. Cuerpos sexuados la política de género y la construcción de la sexualidad. Melusina. Madrid. 2006.

• Flórez-Malagón, Alberto (Ed.). El poder de la carne: historias de ganaderías en la primera mitad del siglo xx en Colombia. Editorial Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 2008.

• Haraway, Donna. Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra. Madrid. 1995.

• Haraway, Donna. The companion species manifiesto: dogs, people and significant otherness. Prickly paradigm press. Chicago. 2003.

• Jones, Pattrice. Especismo & Sexismo ¿cuál es la conexión? Revisado el 16 de noviembre de 2010 en el sitio web “RespuestasVeganas.Org”. Disponible en: http://www.respuestasveganas.org/2010/08/especismo-sexismo-cual-es-la-conexion.html

• La Santa Biblia. Editorial UNILIT. Florida. 1994. Versión Reina-Valera (revisión 1960). 

• Lamas, Marta (Comp.). El género la construcción cultural de la diferencia sexual. Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa. México. 1997.

• Lugones, María. Colonialidad y Género. En: Tabula Rasa, Revista de Humanidades No. 9, julio-diciembre 2008. 

• Millán Benavides, Carmen y Estrada, Ángela María (editoras). Pensar (en) Género: teoría y práctica para nuevas cartografías del cuerpo. Instituto PENSAR, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 2004.

• Riechmann, Jorge (Coord.). Ética ecológica: propuestas para una reorientación. Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo. 2004.

• Rosseau, Jean Jacques. El contrato social. SARPE. Madrid. 1983.

• Singer, Peter. Liberación Animal. Editorial Trotta. Madrid. 1999. 

• Tovar, Patricia (Ed.). Familia, género y antropología. Instituto colombiano de antropología e historia ICANH. Bogotá. 2003. 

• Wittig, Monique. El pensamiento heterocentrado y otros ensayos. Editoriales Egales. Madrid. 2006.

• Yates, Roger. The social construction of human beings and other animals in human-nonhuman relations. 2004. Revisado el 16 de noviembre de 2010 en el sitio web destinado a la publicación del texto en Internet. Disponible en: http://roger.rbgi.net/ 


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1) Investigador/a autónomo/a del Centro Abierto y Libre de Estudios y Prácticas Ecosóficas (CALEPE).
2)Jones, Pattrice. Especismo & Sexismo ¿cuál es la conexión? Tomado el 16 de noviembre de 2010 del sitio web “RespuestasVeganas.Org”. Disponible en: http://www.respuestasveganas.org/2010/08/especismo-sexismo-cual-es-la-conexion.html
3)Haraway, Donna. Capítulo 6 Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo xx. Pág. 257. En: Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra. Madrid. 1995. Pág. 257. 
4)Comas D’Argemir, Dolors. Trabajo, Género, Cultura: la construcción de desigualdades entre hombres y mujeres. Icaria Institut Catalá de Antropología. Barcelona. 1995. Pág. 17 
5) Colaizzi, Giulia. Feminismo y teoría del discurso razones para un debate. Págs. 14-15. En: Colaizzi, Giulia (Ed.). Feminismo y teoría del discurso. Ediciones Cátedra. Madrid. 1990. 
6) Scott, Joan. El género, una categoría útil para el análisis histórico. Pág. 299. En: Lamas, Marta (Comp.). El género la construcción cultural de la diferencia sexual. Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa. México. 1997.
7) Uribe a Chávez: sea varón y quédese a discutir de frente. Noticia tomada el 23 de febrero de 2010 del sitio web “El Nacional”. Disponible en: http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/124214/Internacional/Uribe-a-Ch%C3%A1vez:-Sea-var%C3%B3n-y-qu%C3%A9dese-a-discutir-de-frente 
8) Ver: Fausto-Sterling, Anne. Cuerpos sexuados la política de género y la construcción de la sexualidad. Melusina. Madrid. 2006. 
9) Castellanos, Gabriela. Sexo, género y feminismo: tres categorías en pugna. Pág. 48. En: Tovar, Patricia (Ed.). Familia, género y antropología. Instituto colombiano de antropología e historia ICANH. Bogotá. 2003. 
10) “Colonialidad” remite a los terrenos profundos de la subjetividad y, por ende, a la reconfiguración de las relaciones sociales vía interiorización del poder. 
11) Lugones, María. Colonialidad y Género. En: Tabula Rasa, Revista de Humanidades No. 9, julio-diciembre 2008. Pág. 94. 
12) Quiero resaltar el papel de los “Studies of Human/Animal Relationships” y del “Institute for Critical Animal Studies”, éste último con proyectos en Europa, América, África y Oceanía. En Colombia destacan los esfuerzos teórico-prácticos llevados a cabo por el Centro Abierto y Libre de Estudios y Prácticas Ecosóficas (CALEPE), la Fundación Resistencia Natural y el Centro de Estudios Abolicionistas por la Liberación Animal y de la Tierra (CEA-LA). 
13) Horta, Óscar. Una tipología del especismo: criterios relevantes y significación moral. Págs.145-146. En: Riechmann, Jorge (Coord.). Ética ecológica: propuestas para una reorientación. Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo. 2004. 
14) Ibídem. Pág. 147. 
15) Ver: Horta, Óscar. Una tipología del especismo: criterios relevantes y significación moral. Págs.145-146. En: Riechmann, Jorge (Coord.). Ética ecológica: propuestas para una reorientación. Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo. 
16) Rosseau, Jean Jacques. El contrato social. SARPE. Madrid. 1983. Págs. 29-30
17) Ver: Yates, Roger. The social construction of human beings and other animals in human-nonhuman relations. 2004. Revisado el 16 de noviembre de 2010 en el sitio web destinado a la publicación del texto en Internet. Disponible en: http://roger.rbgi.net/ 
18) Ramírez, Ana Cristina. Salvajes, discapacitados y (otros) grandes simios: aspectos antropológicos de la preocupación por los acercamientos. Pág. 164. En: Riechmann, Jorge (Coord.). Ética ecológica: propuestas para una reorientación. Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo. 2004. 
19) Libro Primero de Moisés Génesis Capítulo 1, versículos 24 a 28. En: La Santa Biblia. Editorial UNILIT. Florida. 1994. Versión Reina-Valera (revisión 1960). 
20) Wittig, Monique. El pensamiento heterocentrado y otros ensayos. Editoriales Egales. Madrid. 2006. Pág. 22. 
21) Comas D’Argemir, Dolors. Trabajo, Género, Cultura: la construcción de desigualdades entre hombres y mujeres. Icaria Institut Catalá de Antropología. Barcelona. 1995. Pág. 37. 
22) Tomado el 18 de noviembre de 2010 del sitio web “Wikipedia: la enciclopedia libre”. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Zootecnia [la cursiva es mía] 
23) Flórez-Malagón, Alberto. Dime qué comes y te diré quién eres. Pág. 424. En: Flórez-Malagón, Alberto (Ed.). El poder de la carne: historias de ganaderías en la primera mitad del siglo xx en Colombia. Editorial Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 2008. 
24) Ibídem. Pág. 423 
25) Ver: Haraway, Donna. The companion species manifiesto: dogs, people and significant otherness. Prickly paradigm press. Chicago. 2003. 
28) Ver: Ortner, Sherry y Whitehead, Harriet. Indagaciones acerca de los significados sexuales. En: Lamas, Marta (Comp.). El género la construcción cultural de la diferencia sexual. Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa. México. 1997.
29) Comas D’Argemir, Dolors. Trabajo, Género, Cultura: la construcción de desigualdades entre hombres y mujeres. Icaria Institut Catalá de Antropología. Barcelona. 1995. Págs. 22-23. 
30) Birke, Lynda. Explorando los límites: feminismo, animales y ciencia (traducción de Ana María Aboglio). Tomado el 16 de noviembre de 2010 del sitio web “Ánima”. Disponible en: http://www.anima.org.ar/liberacion/escribiente/explorando-los-limites.pdf 31) Lorde, Audre. Edad, raza, clase y sexo: las mujeres redefinen la diferencia. En: Lorde, Audre. La hermana, la extranjera: artículos y conferencias. Horas y Horas. Madrid. 2003. Pág. 134. 

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