El extraño retorno de la clase magistral

Por Hugo M. Castellano | Síntesis educativa
Pocos educadores admitirían en público que su estilo didáctico se reduce a pararse frente a la clase, pontificar durante cuarenta minutos sin aceptar interrupciones, y tolerar de mala gana unas pocas preguntas antes de que suene el timbre. Sin embargo, la devaluada "clase magistral" parece haberse "resignificado" como una estrategia revolucionaria desde que discurre por los canales digitales. ¿Innovación didáctica, o claudicación pedagógica?
"Sale por la puerta, y entra por la ventana"
Expresión popular

Cuesta entenderlo, pero algunas de las prácticas docentes más convencionales reverdecen y se vuelven populares por el solo hecho de adoptar el formato "digital".

No hay muchas maestras contemporáneas que conscientemente someterían a sus alumnos a los operadores condicionantes del behaviorismo, o que les exigirían respuestas automáticas y memorísticas. Sin embargo, cuando esas mismas estrategias vienen etiquetadas como "software educativo" o "contenidos digitales", todas elogian el "aporte de las nuevas tecnologías".
Un ejemplo es la tradicional clase magistral, cuya inadecuación a los ideales pedagógicos contemporáneos ha sido largamente debatida por la comunidad académica, pero que parece haber devenido en octava maravilla desde que se la filma y se la "cuelga" en YouTube.

Véase, si no, Educatina, un portal premiado por el Ministerio de Educación argentino que insiste con la remanida promesa de "aprender de forma fácil, rápida y entretenida" gracias a la mera contemplación de "tutoriales" que presumen de explicar una multitud de asuntos, y que proponen ejercitaciones y espacio para que los profesores asistan a sus alumnos y éstos "compartan y construyan conocimiento".

La estructura de Educatina es, a decir verdad, un clon menor de la Kahn Academy, creada por el norteamericano Salman Kahn, financiada por Google y bajo el mecenazgo de la Fundación Bill y Melinda Gates.

De hecho, los videos del proyecto argentino serán sumados a su colección, según anunció en su momento la agencia noticiosa Télam, de la Argentina, cuyos escribientes retrataron de manera sintética y reveladora el formato de los videos de Educatina: "hay un pizarrón negro en el que se van explicando las materias utilizando 'tizas electrónicas' de colores mientras se escucha la voz de los docentes en off".


Repasemos por un momento las contradictorias valoraciones que suelen hacerse en torno a esta técnica.


Por un lado, la clase magistral, tanto en la escuela primaria como en la universidad, es vista como un recurso en franca decadencia por considerársela aburrida y excesivamente centrada en la figura del docente, por pretender que el conocimiento debe circular en un único sentido, y por exigir a los estudiantes una pasividad poco menos que absoluta.


En la acera opuesta, el mismo formato da de comer a una multitud de académicos, divulgadores y líderes mesiánicos que disfrutan monologando sobre los temas más diversos. Desde Fidel Castro hasta Deepak Chopra (¡y vaya si hay con qué llenar estos extremos!) ningún charlista se ha privado jamás –ni se privará- de "dar cátedra" durante horas y horas. Más aún, dentro de este conjunto destacan –a los fines de la presente argumentación – muchos educadores y pedagogos, incluyendo a quienes repudian a la mismísima clase magistral... ¡dando clases magistrales!

Volviendo a la Kahn Academy, es evidente que los materiales que ofrece se reducen a exposiciones lineales donde ni siquiera se ve al docente, y en las que sólo se escucha su voz monocorde mientras una mano invisible guía a la "tiza electrónica" mientras despliega esquemas, fórmulas y sinopsis indistinguibles de las que se trazarían en un pizarrón convencional.

Las evaluaciones que presuntamente guiarán a los alumnos hacia el "autoaprendizaje" son cuestionarios convencionales, cerrados, y confeccionados por los propios tutores o extraídos de libros de texto y guías de ejercitación ajenos. Recurrir a profesionales de la evaluación es, sin duda, demasiado costoso para estos espontáneos tutores, y según se ve tampoco le interesa al equipo de Salman Kahn fijar estándares de calidad en este aspecto. "Hágalo usted mismo (aunque no sepa cómo)" parece ser la regla implícita.

El sistema de calificación es por simple suma de puntos, y la realimentación que reciben los usuarios es rudimentaria y uniforme. Sólo en aquellos foros donde los estudiantes tienen oportunidad de dejar preguntas puede esperarse algún grado de personalización, pero es natural que los tutores eviten malgastar su tiempo allí donde los participantes desgranan preguntas tales como "Qee es una incognitaaa?!", o dejan comentarios como "empezo cn la valansa y m confundi .. y esto lo tengo qe saver bien para el 15/2 :$ solo tengo una semana para estudiarlo y saverlo" (1).

A esto se limita el "innovador" sistema de la Kahn Academy: disertaciones convencionales reducidas a su mínima expresión, cándidas evaluaciones enlatadas, y un dispositivo para la interacción entre tutores y alumnos que sólo funciona en la mente de sus creadores.

Por si fuera poco, a la Kahn Academy no le va mejor cuando se interpela la filosofía educativa de su modelo.

Por ejemplo, es posible preguntar ¿en qué mejoran sus explicaciones filmadas a las que brindan día a día los profesores de todo el mundo frente a sus alumnos? ¿Es que Kahn sugiere que todos los profesores del planeta son incompetentes a la hora de dictar sus materias, y sólo la treintena de ingenieros y analistas de sistemas que lo acompañan tienen la habilidad de convertir en extraordinaria una estrategia tan convencional como la clase magistral, por el solo hecho de filmarla y concentrarla en bloques de 10 o 15 minutos?

Más aún, ¿quién garantiza que los tutores que ofrecen su material en la Kahn Academy son profesionales idóneos, comunicadores eficaces, o simplemente buenos docentes?

Asimismo, si los alumnos se aburren y no aprenden cuando su profesor diserta en clase, ¿será cierto que se entretienen y se educan cuando un docente de la Kahn Academy -inmaterial e inaccesible- es filmado diciendo y haciendo bastante menos de lo que cualquier profesor actúa en el aula?

Además, ¿qué tan eficiente es la propuesta? ¿Cuántas personas realmente aprenden respecto de aquellas que lo intentan? ¿Quién garantiza que los que dicen haber aprendido mediante estos recursos lo han hecho en realidad?

Todo parece muy poco serio, y la falacia es evidente. Estos emprendimientos de pseudo capacitación artificialmente personalizada no son sino un travestismo "digital" de didácticas ultra convencionales, una tendencia similar a la que ya se advierte en los sectores más comerciales de la educación a distancia, donde gracias al desarrollo de la banda ancha cada vez es más rentable reproducir el formato de "clase presencial" por videoconferencia. Sin duda es más cómodo no tener que trasladarse físicamente hasta el instituto o la academia, y quizás resulte más motivador –por lo novedoso- acceder a tutores geográficamente distantes amtes que a los disponibles en la propia localidad, pero el formato del acto pedagógico ("la clase") no difiere de los usos tradicionales, y por lo tanto tampoco estamos aquí frente a una verdadera innovación pedagógica facilitada por la tecnología.

En definitiva, el problema no es educativo, y se explica mejor por las argucias del marketing y el engaño publicitario que buscan vender como "cero kilómetro" a la polvorienta y transitada magistral.

Todo indica que la verdadera innovación didáctica mediada por la tecnología sigue siendo una incógnita a resolver.


© Copyright 2012, Hugo M. Castellano. Todos los derechos reservados.
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