La llamada civilización occidental se ha basado en dos pilares: el
capitalismo (con todas sus fases, estadios y desarrollos) y la
democracia representativa. En estos momentos, asistimos, por mor de la
crisis, a una evidencia que supone el inicio del fin de esta
civilización: el pilar económico capitalista está empequeñeciendo y
fagocitando al democrático.
Las pruebas están ante nuestra
vista cada día. Desde la aversión a convocar referendos en todo el
proceso que conlleva el desarrollo de la Unión Europea hasta los cambios
constitucionales por sorpresa a mayor beneficio de los tenedores de la
deuda, pasando por cesiones de soberanía hechas sin la consulta popular consecuente.
La convocatoria de referéndum hecha por Yorgos Papandreu ha descolocado a todo el mundo occidental y a parte del otro. El encaje de bolillos chapucero y trapacero hecho en la última cumbre ha saltado por los aires. Y
ha sido precisamente el Gobierno griego el que lo ha propiciado y se ha
llevado por ello el papel de chivo expiatorio de algo que habría pasado
más tarde o más temprano; el acuerdo no tenía consistencia, sólo
purpurina, lentejuelas y bengalas; a los pocos días del mismo ya han ido
apareciendo sus grietas, costurones e inconsistencias.
Resulta chocante que la consulta a un pueblo que lleva años sufriendo
las consecuencias de los rescates sea considerada como algo de extrema
gravedad para el proyecto europeo. Queda claro que tal escándalo de las élites provoca una pregunta inquietante: ¿a qué proyecto se refieren?
Independientemente de las auténticas razones del Gobierno heleno,
queda claro que este cabildeo francoalemán conjuntado con la
aquiescencia deEstados Unidos y el gregarismo de los restantes
figurantes no resiste la prueba de las consultas populares ni tampoco la
de la Democracia. Ha llegado la hora de asumir el gran debate que la
realidad clama: ¿al servicio de quién esta la economía? ¿Se hizo ésta para el ciudadano o el ciudadano para ella? Hay mucho miedo en casi todos para abordarlo.
Julio Anguita. Excoordinador General de IU, en El economista
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