Desbordados por las novedades

TOMÁS R. VILLASANTE / Activista y profesor emérito UCM | Diagonal
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Durante varios meses, la experiencia de los “indignados”, al tomar las plazas de las ciudades españolas, ha construido la mayor autoorganización popular que han conocido las ciudades europeas en las últimas décadas. Pero a diferencia de las otras movilizaciones contra la guerra, etc., estos movimientos insisten en las formas organizativas, pues –como se repite en las asambleas– “vamos despacio, porque vamos lejos”. Aunque no parece que se vaya tan despacio si en dos meses y medio se ha construido la mayor autoorganización posible, sin jefes conocidos, sin siglas y sin dogmas. Son muchas las novedades de estas formas de movilización y de organización, las que invitan a pensar en nuevas formas de participación y un cambio de ciclo de las agendas sociopolíticas.


Hay la posibilidad real de amplios “conjuntos de acción” entre sectores bastante diversos –de edad, de clase, de ideologías, etc.– para coincidir en algunos puntos concretos de lucha común, y con una sintonía de fondo, con una ‘idea fuerza’ que aliente las luchas parciales. Así ha nacido este tipo de movimientos, y así es posible que siga desarrollando su creatividad. Pues además han sabido protegerse hasta ahora de algunos vicios que en otro tipo de movimientos les ha llevado a polémicas internas y la ineficiencia. La “democracia real, desde abajo” puede ser un elemento unificador que permita que se construya lo que la gente desea, y vea posible en su particular horizonte.

Los cambios en los movimientos llevan a que no haya ‘representantes’, sino portavoces rotativos, a que se busque el consenso más que la mayoría sobre minoría, y que el acta de cada reunión sea pública y transparente. Priman los acuerdos colectivos sobre las personas que los han de difundir o ejecutar. Se dan prioridad a las actas antes que a las interpretaciones de los portavoces. Antes en los movimientos clásicos, primero se elegía a los ‘representantes’ pues ellos ‘sabían’ interpretar los acuerdos, y eso siempre creaba problemas.

Los aprendizajes de estas nuevas formas se están haciendo en un tiempo record. Aún quedan muchos vicios de las formas anteriores, más representativas y elitistas, pero el nuevo estilo se va imponiendo. Por ejemplo, para que las asambleas sean el centro de las decisiones no pueden ser masivas tan solo, sino venir precedidas por reuniones de grupos más pequeños que aporten diversidad de ideas y de propuestas. Las asambleas participativas se diferencian de las asambleas y reuniones informativas en su preparación por pequeños grupos. Aprovechar la capacidad de las personas es el gran descubrimiento de los movimientos sociales.

Hay mucha inteligencia colectiva y creatividad social. Estas formas de autoorganización no son espontáneas, no niegan los grupos de iniciativas, lo que llamamos “grupos motores”, sino que los refuerzan. De hecho han nacido estos movimientos de iniciativas como las de Democracia Real Ya, que bien puede considerarse un “grupo motor” o una red de algunos de ellos. Hay otros muchos grupos motores de iniciativas desde abajo, que no pretenden ser vanguardias o representantes de los movimientos, pero que sí pretenden lanzar algunas iniciativas sin afán de protagonismo. Los grupos motores de las asambleas adoptan diversas formas; de amistad, de experiencias comunes, de temas que les motivan, etc., y hacen propuestas a las comisiones y asambleas para ver si son aceptadas desde la base de los movimientos.

Pero lo interesante es que se intenta que no aparezcan personalismos ni siglas que puedan perturbar el debate de ideas o propuestas por sí mismas. Sin duda hay ideologías, hay siglas y hay personalismos, pero se trata de que interfieran lo menos posible como elementos de distorsión, pues por las experiencias se sabe que han dividido más que agregado en movimientos sociales. La diferencia de los ‘grupos motores’ con los ‘partidos’ es que éstos han tratado de capitalizar y dirigir a los movimientos desde alguna posición ideológica más o menos cerrada o dogmática. En cambio, en los ‘grupos motores’ hay más una posición de servicio y estilo participativo, pues las ideologías de cada cual se guardan, mientras que las propuestas de acción concreta son las que prevalecen. Ganar en una buena diversidad es signo de creatividad y de enriquecimiento colectivo, y por eso es positivo no partir de una unidad a la que se deben sumar otros, sino de un camino desde la diversidad para ir construyendo de manera colectiva.

Consenso y consulta
La cuestión de dar prioridad al consenso es muy importante, pero tiene también sus vicios. Pues si el que las mayorías no escuchen a las minorías es un error que divide y no es constructivo, el que unas minorías bloqueen los acuerdos de acción de las mayorías es paralizante. Lo que se propone es hacer consultas orientativas y que la minoría reconsidere su argumento en función de las razones de las mayorías. Alguna minoría pueden tener aún razones que necesitan más tiempo para ser argumentada, por lo que es preciso dejar esa puerta abierta. Si es urgente puede ser reformulada en la misma reunión y reconsiderada, y si no es urgente se lleva a las siguientes reuniones y asambleas, pero sabiendo ya las opiniones de la mayoría y sin tratar de bloquear sino de ser integradora.

La descentralización hacia barrios y pueblos, y la descentralización por temas y subtemas es otra manera de que todas las personas puedan estar en algunos grupos de iniciativas según su voluntad. Y que las reuniones puedan ser en grupos pequeños donde todo el mundo se pueda sentir con ganas de aportar sin miedo a hablar ante unos grandes auditorios. En algunos grupos incluso se está haciendo “mapeos” sobre qué colectivos o sectores de la población aún no están sumados al proceso, y de qué manera se puede ir a hablar con ellos para que puedan hacer sus propias aportaciones –casos de inmigrantes, minorías, etc.–.

Resultados
Los resultados en tres meses, desbordando a bancos y a políticos, son más claros que los de los partidos electorales, los sindicatos y asociaciones. De las promesas electorales ya pocos se fían. Pero quienes han salido a la calle a las manifestaciones han visto cómo se paraban muchos desahucios, más con su acción que con las ILP que están paralizadas en el Congreso. El que el Banco Santander y el Bankinter reconsideren sus hipotecas para los que están parados es más que lo que ha hecho el Gobierno, y sin duda se debe a la acción de las manifestaciones sobre el botín de Botín y sus secuaces, como ellos mismos confiesan.

Es lo que llamamos la “reversión”, el desborde, que deja sin argumentos a quienes dicen que somos violentos. Por ejemplo, la violencia del sistema ha sido grabada y difundida por internet y quedan los policías en evidencia. Las acampadas son más limpias que las concentraciones de los “papistas”, y desde luego más baratas y creativas para la sociedad. Incluso los partidos de izquierda pueden copiar programas electorales de las comisiones de trabajo, aunque luego no cumplan lo prometido. Se está haciendo la agenda política más desde estas asambleas que desde las viejas estructuras partidistas.

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