Reflexiones sobre la Acampada de Barcelona

Escrito por Jaume Botey
Voy a ceñirme exclusivamente a lo observado en Barcelona, no al movimiento en general. Obviamente se trata de una valoración subjetiva, pero en la que coincidimos gente “histórica” de muchas procedencias: de antiguos movimientos, del 0’7, movimiento contra la guerra, movilizaciones inmigrados, Foros Sociales, partidos y sindicatos… Todo el mundo lo mira con un enorme respeto coincidiendo en apreciaciones como “es algo nuevo”, “reflejo todavía difuso de un malestar profundo”, “tienen razón”, “movimiento complejo”, “han aguantado más de lo que preveíamos”, “nos han superado”, “el reto es el dia después, qué quedará”, “hacia dónde o cómo se canalizará”… 


Composición:
Es una suma heterogénea de gente, fundamentalmente de jóvenes precarios, que en su precariedad coinciden con “precarios” de otras procedencias y edades, parados de larga duración, víctimas de los EROs, parejas que no pueden independizarse, etc. Aunque hay universitarios y postuniversitarios ya graduados, no es un movimiento universitario. 
Tampoco coincide con los movimientos antisistema (okupas…), ni con los movimientos antiglobalización (foros sociales, deuda externa, papeles para todos, anti-Bolonia… quizá cercanos al movimiento contra “pisos vacíos” y los desahucios… Hay todavía poca conciencia “internacionalista”. 

Alejados del movimiento obrero clásico y de sus estrategias… incluso de las estrategias del movimiento de parados o de las marchas de parados. No es un colectivo de “proletarios” (esto ya no se lleva, pero en ellos menos, casi no han entrado todavía en el mundo del trabajo..) 

Culturalmente alejados tanto de los Partidos y Sindicatos mayoritarios como de los pequeños, minoritarios o extraparlamentarios… sin embargo, y a pesar de las apariencias, no son “antipartidos” sino “anti-estos-partidos” que sienten que no les representan y tapan la corrupción. 

Se trata de un fenómeno nuevo, y por lo tanto impreciso, nacido de la irritación y la impotencia, de gente que ve cerrado su futuro, explosión de excluidos o potencialmente excluidos, de universitarios con masters que esperan una beca de 400 euros, de jóvenes que ven que, a pesar de las titulaciones, les espera un futuro peor que el que tuvieron sus padres. Es interclasista y reflejo que la angustia ha llegado, también, a las familias más o menos acomodadas. 

Mayoritariamente la sociedad reconoce que su actitud es legítima porque siente que refleja también la indignación que quien más quien menos también padece (recortes en la jubilación, salud, enseñanza, desahucios…) 

Las acampadas se han convertido en el buque-insignia del malestar social. No es justo tener de ellas una lectura predominantemente conspirativa por el hecho de que surgieran justamente una semana antes de las elecciones. 

Ideología
Por paradójico que parezca parten casi de cero, con un importante desconocimiento de los mecanismos e instituciones económicas internacionales responsables de la crisis y en consecuencia con un lenguaje muy genérico: “bancos, capitalismo, opresión…”, lejos del lenguaje hiperideologizado de los colectivos de jóvenes de los partidos clásicos de izquierda o del movimiento antisistema o antiglobalización.

Casi podría decirse un lenguaje sencillo, “naïf”, cercano al del mayo del 68 o de las acampadas del 0’7. Esta es su fortaleza, su capacidad de identificación con sectores muy amplios, y lo expresan intentando consensuar el mínimo común denominador de sectores tan heterogéneos, pero a la vez es su debilidad. De momento no hay grandes referentes ideológicos, aparte del pequeño e indignado librito de Héssel. 

Simplemente critican el modelo de democracia, no la democracia en sí ni los mecanismos de la misma, sus representaciones institucionales, sino “esta” democracia. Por ejemplo, en nombre de la “democracia” y de la “libertad” en Catalunya se rechazó la propuesta de llamar a la abstención: “cada uno debe hacer lo que crea conveniente” . 

Rechazan con elegancia pero con firmeza y total unanimidad todo lo que pueda parecer a adoctrinamiento. Parece que lo huelan, venga de donde venga, y huyen (“se creen que somos tontos”). Y sin embargo reconocen su falta de información y piden charlas y conferencias y poder compartir experiencias del pasado. 

Es obvio que la misma existencia del movimiento es un síntoma de la debilidad de la izquierda. Han cuestionado la aceptación pasiva de dogmas económicos absurdos o las desigualdades como un hecho inevitable, cosas que debería de haber hecho la izquierda. 


Respecto de los contenidos, a pesar de ser tan simples, es evidente que han acertado en el diagnóstico: los bancos, que han secuestrado la democracia y a los que entre todos hemos pagado un fabuloso rescate de la crisis provocada por ellos mismos, y los políticos o la clase política en general, sin demasiadas distinciones de momento, por haber cedido a la presión del poder financiero legislando a favor del capital y por sus numerosos casos de corrupción. Es normal que de momento los pongan a todos en el mismo saco. Ya habrá tiempo para distinguir. Pero queda claro que la democracia no es sólo un sistema político, también debe serlo en lo económico. Proclaman en definitiva que el neoliberalismo es incompatible con la democracia. 

Imagen, metodología y criterios de actuación
Han ganado la batalla del apoyo ciudadano: orden, limpieza, salidas de evacuación, turnos, no hay pintadas, no se bebe alcohol…los voluntarios de la informática, la comisión de juristas, la gente y las empresas de catering que aportan comida… Es un contínuo entrar y salir personas en un clima de complicidad, trabajadores, viejos del antifranquismo, otros estudiantes, jubilados. Han convertido la plaza Catalunya en el ágora donde durante todo el dia y en grupos se discute de hipotecas, de democracia o de salud. 
La Asamblea es asamblea real. Dada la imposibilidad de gestionar una asamblea de 5.000 personas, ésta se prepara por comisiones. Nada puede ir a la asamblea general si previamente no ha pasado por la comisión correspondiente –hay ya más de 25- y desde ésta a la Comisión de la Asamblea que es la que decide el orden del día de la Asamblea General de cada día. 

Llama la atención a pesar de lo masivo y en un importante porcentaje de gente diferente cada dia, el silencio, el respeto, la posibilidad que todo el mundo hable, la mímica, la manera de cortar al que se alarga o al que se repite… 

Un elemento fundamental es la “no-violencia” como criterio. No violencia “hacia-dentro” (consiguieron aislar a los provocadores de extrema derecha y a los de extrema izquierda, conscientes que en un momento podían echar a perder todo) y sobre todo “hacia-fuera”. Ante la “carga” de los Mossos quedó claro que sus llamamientos a la no-violencia no eran retóricos. En muy pocas ocasiones he visto tanta dignidad moral y actitud decidida de mantenerse sentados frente a los golpes. 

Fue ejemplar la manera cómo se gestionó algo tan difícil como preservar la plaza en el momento de la celebración del Barça en Canaletas. Ningún incidente! 

Es lógico que ante actitudes tan transparentes y mensajes tan diáfanos hayan atraído la atención de la opinión publica y los medios de comunicación. Se trata, simplemente, de una señal de salud democrática de la sociedad de la que hay que alegrarse. 

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Retos de futuro
Partidos, sindicatos y otras organizaciones han quedado descolocados. Lo que al comienzo podía parecer un brote más de descontento juvenil, sólo una fiesta, lleva tres semanas, ha crecido en proyección social y numero de asistentes, en capacidad de organización, seriedad y metodología en las asambleas, en la solidez de los criterios acerca de no-violencia y ha crecido también, aunque más lentamente, en planteamientos y propuestas. Aunque sólo fuera por la capacidad de madurez que el movimiento ha dado a sus participantes ya hubiera merecido la pena. Entre otras cosas ha sido en sí mismo una escuela de formación democrática y de líderes. 

Pero ha merecido la pena también por la simbiosis y puentes creados con la sociedad, la menos organizada y la organizada. Hasta hace poco partidos políticos y algunos jóvenes de los mismos afirmaban con ingenuidad “ante la debilidad de los movimientos sociales nosotros debemos ser la vanguardia para dirigir”. Hoy se sitúan a la escucha, mezclados como tantos en medio de la ola.

Pero a pesar de lo mucho conseguido es evidente que se trata todavía de un movimiento incipiente, que necesitará tiempo para madurar, tanto en contenidos como en organización. El tiempo será el mejor baremo para valorar la profundidad del movimiento. El tiempo dirá:

  • como consiguen organizarse (barrios, centros de trabajo…) a fin de que el movimiento no se diluya, a nivel de estado, de autonomía y de localidad, qué forma de vertebración va surgiendo que permita a la vez la horizontalidad actual.
  • cómo pueden vertebrarse con el resto de movimientos que durante años, desde diferentes perspectivas, han intentado, también, cambiar el sistema.
  • cómo consiguen resolver el dilema de mantenerse como movimiento social de base y asambleario y a la vez poder incidir en propuestas políticas y cómo superar los recelos mutos en relación a los partidos y sindicatos,
  • cómo consiguen mantener la autonomía ideológica del movimiento y evitar ser fagocitados por colectivos más organizados.
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  • como evitar finalmente que el movimiento se vuelva en contra de sus objetivos, es decir, que sean los sectores que siempre buscan pescar en río revuelto quienes acaben capitalizando la indignación
Se trata, creo, de un movimiento cultural de largo alcance del que en este momento no es posible preveer su evolución ni mucho menos su repercusión electoral. Cualquier hipótesis en este sentido creo que es pura conjetura. Creo finalmente que lo que hoy toca es acompañar, tener una actitud porosa, a la expectativa, crítica pero sin miedos, con la esperanza que puedan mantener su soberanía y el derecho a organizarse, con la conciencia que “los aparatos” no tienen ya el “copyright” de la democracia y que el miedo y la desconfianza que pueden tener estos aparatos, si se perciben, revierten siempre en contra suya como boomerangs.

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